martes, agosto 04, 2009

Let's get Physical


-Te has quedado hecho un tirillas - me dice Pilar, que pesa 80 kilos y mide 1.50.
- Es que en vacaciones he practicado la dieta del cucurucho - miento.

Cuando terminamos de comer, me miro con atención en el baño. Especialmente el culo, que es donde Pilar dice que he perdido más chicha. Puede que tenga razón.
Al llegar a casa compruebo usando mi balanza que he perdido 7 kilos en estas vacaciones, casi todo grasa, por suerte. Pero también perdí masa muscular por haber abandonado hace mes y medio el gimnasio de barrio, al que llegaba con el tiempo justo y muy cansado.

César, el director comercial de mi nuevo trabajo, me cuenta que Marta iba a un polideportivo cercano, pero que no recuerda dónde estaba exactamente. Le digo que buscaré información en Internet y él me asegura, con mucho entusiasmo, que si averiguo algo se apunta a correr una hora en la cinta a la hora de comer.

- Esta tarde no como contigo - le digo a Victoria, que no oculta su decepción - me voy de excursión.

El polideportivo de Alcobendas está bastante cerca de la oficina. El parking es horrible y está a pleno sol, pero aún así me alegra haber llegado en menos de diez minutos, y, entusiasmado, entro a través de una caseta de obras en donde me cruzo con dos obreros que devoran algo que parece pollo. ¿La oficina de información? pregunto, y alguien me hace un señal indicándome que bordee un edificio hacia la derecha.
En la oficina de información sorprendo a tres funcionarios que hablaban, me imagino, cosas de trabajo.
- Hola, quiero hacerme un abono- digo.
- ¿De deporte total o de alguna actividad?
- ¿El deporte no es una actividad?
- ... esto...sí, pero necesito que me diga si es abono deporte total o abono de una actividad en concreto.
- Ah. En concreto, digo, una actividad.
- ¿Cuál?
- ¿Cuál, qué?
- ¿Qué actividad?
- Gimnasio.
- Abono gimnasio, entonces.
- Va ser que sí.

Los otros dos funcionarios, vestidos con bermudas y camisetas con mensajes, nos miraban sin inmutarse.

- ¿Está usted empadronado en Alcobendas?
- No, por suerte.
- ¿Perdone?
- Que no, que no.
- Entonces son 43 euros que tiene que abonar en caja y le harán una tarjeta de acceso al gimnasio.
- Ok, muchas gracias. ¿Dónde está la caja?

La caja estaba al lado, y dentro había dos tíos que parecían padre e hijo. Creo que interrumpí algo importante.

- Hola.
- Buenas.
- Quiero un abono gimnasio, por favor.
- ¿No quiere el abono total?
- ¿Y eso qué es?
- Le da acceso completo a todas nuestras instalaciones.
- Ok, ¿qué necesito?
- Certificado de empresa, dos fotos, datos bancarios, pagar tres meses más matrícula y un candadito para la taquilla - me soltó el hijo, sin inmutarse.
- Eh, mejor el de gimnasio nomás, gracias.

La sala de fitness (así la llaman, no sé por qué) estaba llena de máquinas de última generación. Y tras recorrerla de arriba abajo dos veces tuve que preguntarle a uno de los voluntarios que fungen de monitores que me indicara cuál de todas servía para trabajar el pecho.

- Esa - la señaló - la que tiene un dibujito de un hombre con el pecho en rojo.

Me entrené cuarenta minutos, como siempre. Y al llegar al vestuario descubrí que no tenía sandalias, ni jabón, ni toalla. Me duché con agua y me sequé el cuerpo con la camiseta que había usado para entrenar. Me vestí y volví al trabajo feliz y relajado. Aunque sucio y sin desodorante.
César me preguntó que ¿qué tal el gym? y yo le dije que bien, y que se animara a venir conmigo al dia siguiente. Se puso pálido, miró al horizonte y después de unos segundos de meditación me soltó: yo, es que en agosto prefiero hacer la siesta.

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