lunes, junio 06, 2016

Los vecinos de Lucha

Soy Moncho Huertas, o Uertes o Werts, no lo sé porque nunca lo he visto escrito, sólo escuchado, así que podría ser Werts o Uertes o Huertas, mi padre, dicen, era un vendedor de jabones que un día llegó al pueblo y dejó preñadas a más de la mitad de las mujeres de mi barrio, a mi madre de mi, a la señora Lucha, que era puta, de mellizos, a la negra tamalera de un negrito que luego fue futbolista y llegó a la selección y metió muchos goles, y a una quinceañera evangelista de una niña super rubia de la cual yo me enamoraría desde los dos años hasta los 16, cuando se largó con un motorista vago de la esquina y me rompió el corazón, la señora Lucha era puta porque los demás decían que lo era, yo nunca la vi con nadie, ni marido tenía, pero a sus hijos nunca les faltó de nada, uno era mestizo y gordito como ella y el otro dicen que se parecía al jabonero, blanquiñoso y siempre sonriente, yo tampoco me parecía al jabonero, yo era chinito y flaco y el mellizo mestizo era mi mejor amigo, una tarde cuando unos niños del colegio le dijeron que su mamá era puta él los atacó mal como dicen que ataca un toro toreado, y yo, como era mi amigo, ataqué también y me lleve dos patadas en la espalda, una camisa rota y el robo de todos mis libros, al negrito pelotero nadie lo insultaba, aunque fuera buenísimo en matemáticas y en historia y dibujase bien y todo, nadie lo odiaba, pero yo sí, no por negro ni por ser hijo también del jabonero, que yo entonces no lo sabía, si no porque chupaba todo, los lápices, las reglas, todo, y le apestaba la boca, entonces si se sentaba a tu lado en el colegio, porque claro, ibamos todos al mismo colegio, te apestaba las cosas, y yo Moncho Huertas o Uertes o Werts no lo sé porque nunca lo he visto escrito, sólo escuchado, así que podría ser Werts o Uertes o Huertas, aprendí a dibujar escondiendo mis colores, para que no me los chupe, el mellizo blanquiñoso resultó ser un hacha con las mujeres, a los 10 era el preferido de la hija del farmacéutico, a los 12 de la sobrina del profe de física que tenía 20 y ya a los 14 iba en scooter y le gustaba hasta a la emolientera de la esquina del mercado, un día lo encontramos tirado en una esquina, sin la mitad de los dientes y en calzoncillos, lo llevamos a su casa y los días siguientes, sin verlo más, nos dejamos llevar por las historias de la viejas, que si se había follado a la mujer del pollero, que si a la del verdulero, que si a la del coyote, que lo descartamos porque entonces estaría muerto y flotando en el río, nunca supimos la verdad, la señora Lucha lo mandó a Estados Unidos, o a Yuesei, o a USA no sé como se dice porque cada uno lo nombraba de una manera diferente y nunca lo vi escrito, el mellizo mestizo, que era mi amigo, también estaba enamorado de la hija rubísima de la evangelista, si yo le regalaba una flor, él le regalaba dos, si yo cantaba una canción en la kermesse, él le grababa un casette, si yo la esperaba a la salida de la panadería para andar juntos hasta su casa, cuando llegábamos él ya estaba allí, en la puerta, la amistad es débil si hay mujeres de por medio, me dijo mi abuelo un día, y se me grabó a fuego en el alma, ensayé declaraciones, me probé camisas, cambié de peinados y bañado en colonia la esperé como siempre en la esquina, la esperé hasta que los panes se acabaron, y, derrotado, fui a buscar a mi amigo a felicitarlo por haberla conquistado, lo encontré llorando por todo, porque se olvidó de comprar pan, porque su hermano se había vuelto gay en Estados Unidos, o Yuesei o USA, porque su vieja no era puta pero todos creían que era puta, y porque la hija rubísima de la evangelista se había escapado con un vago motorista de los de la esquina y nadie la había visto desde la noche anterior, yo me alegré un poquito porque podía odiar de verdad a quien se había llevado a la quinceañera ricotona, que no lo he dicho, pero se llamaba Mili, la mamá de Mili se pasó el día yendo a casa de las amigas de su hija y no señora aquí no está, no señora aquí tampoco, que va señora, esa es una bandida y no dejo a mi hija que se junte con ella, nosotros en el barrio esperábamos el desenlace que por entonces tenían esas cosas, o sea, que la hija iba a aparecer caminando diferente y con el pelo lavadito, mientras que el desflorador vecino aparecía dos horas más tarde, volviendo de un supuesto partido con los amigos del puerto, pero la mamá de Mili no, ella seguía creyendo en la virtud de su hija, en que no podía ser que se haya ido con ese vago de mierda que encima es cholo y chatito, mejor se hubiese ido con el hijo del de la farmacia que hasta tiene carro y todo, pero la señora Lucha, que ahora resulta que no era puta aunque todos decían que sí, le dijo déjala que esa vuelve sola, y la llevamos a la posta a que le hagan una bajada de reyes, el mellizo mestizo y yo nos miramos seguramente pensando lo mismo, pero antes de decir nada, apareció por una esquina la quinceañera rubísima, felicísima, limpita limpita y juraría yo que con las caderas más anchas, fue como cuando un tractor te da las largas en la carretera, entonces murió mi inocencia y me dediqué a buscar la manera de tirarme, yo también, a la quiniceañera, casarnos y ser felices y que llevase mi apellido, Huertas, Uertes o Werts, como chucha se escriba, que ya no sé.

No hay comentarios: