lunes, noviembre 26, 2007

I want you (she's so heavy)


La única (o al menos, la que más recuerdo) mujer que me hizo temblar las rodillas con su sola presencia, había desaparecido de la faz de la tierra, hace unos años ya. La busqué por cielo y tierra (o sea, internet), pero no obtuve más resultado que un simple par de pdf’s con información sobre sus últimos proyectos universitarios. Mis amigos tampoco tenían mucha información: Tomy se había perdido en el ciber-abismo para siempre desde la última vez que se cambió de nick y rompió la cadena que él mismo había creado (la cadena consistía en invitar a sus amigos a hi5, y luego cambiar de nick para invitarte a yahoo groups, y cambiar nuevamente de pseudónimo al descubrir las bondades de neurona.com, etc.) porque me llegó al huevo seguir persiguiéndolo. Él era mi mejor arma para localizarla porque tenían un amigo en común: Hamilton, un odioso aspirante a músico al que ambos denominaban como “lindo” y yo imaginaba como un cruce zoofílico entre Tommy Lee y un guanaco.

Dejé de buscarla durante meses, 13 para ser exactos, coincidiendo con mi “periodo Elvis” en que me dediqué a engordar y beber abundante cerveza mientras veía spaguetti western como único deporte. Durante ese tiempo la recordé alguna vez, cuando por casualidad aparecía en un mi tele algún capítulo de “Sweet Valley” o en el “Diario de Patricia” la horrible presentadora preguntaba algo como ¿quieres saber que pasó con tu primer amor?, pero un buen plato de macarrones con queso o una ración de alitas de pollo me hacían volver al colesterólico mundo mío. Eso se acabó cuando conocí a la tía buena, y (sobretodo) cuando tuve que desprenderme de mi pantalón favorito porque simple y llanamente no me cerraba y además me hacía los huevos tortilla si permanecía sentado más de dos minutos.

Para colmo en los examenes médicos anuales (pagados por el señor Toshiba) mis niveles de colesterol estaban ligeramente por encima de la media, y eso disparó todas mis alarmas paranoicas. Decidí cambiar de dieta, la sangre comenzó a circular mejor y el flujo retomó su acostumbrada velocidad, haciendo aumentar de forma ostensible mi casi olvidada testosterona. Lee Van Cleef y Gianni Garko me vieron con menos frecuencia y las noches de ensaladas y sopas se volvieron una rutina.

Y Arturo llegó del más allá y en una de esas charlas ilustres, me dijo, en pocas palabras, que estaba harto de que siempre le preguntara por ella.

- Quieres información? Preguntó
- Of course – respondí, canchero y cagado de miedo

Seguimos hablando de otras cosas por el Gtalk, que si el fútbol, que qué vergüenza la goleada ante Ecuador, que si deberíamos dedicarnos al badminton. Me preguntó si habían muchos racistas en España, como ese que pateó a una ecuatoriana en el metro, 120,000 según el último censo, le contesté, pues lo había visto la noche anterior en las noticias. Me contó que su hijo ya había cumplido un año, y fue en ese momento, en que había bajado la guardia por culpa de la emoción cuando me mandó el e-mail con los datos de mi amor platónico sempiterno y pluscuamperfecto.

- Te ha llegado?
- No - mentí, pero en realidad estaba petrificado.

La foto no mentía, decía más que un millón de cuentos y me definía a 3 mega píxeles la cara súper redonda de Shemi. Me engañé mil veces pensando que no era ella, que quizá sería su hermana (con la que tenía prohibido hablar) que había sufrido una intoxicación por ingesta masiva de mazamorra morada, que estaba haciendo un globo con un chicle cuando le hicieron la foto, que esa foto era de un día en que estaba pintando su casa y por eso tenía una camiseta vieja y estaba más despeinada que Andy Warhol, que quizá, ella también tiene derecho, estaba atravesando por un “periodo Elvis”. Pero no, no había rewind, era ella y me imaginaba a Arturo retorciéndose de risa en su silla de Nokemens (Nokia y Siemens, que se acaban de fusionar). No sé si volveré a soñar con ella, pero si lo hago, creo que seguiré viéndola como era antes, cuando era capaz de que 730 alumnos (unos más, unos menos) la eligieran como la más ricotona de la universidad, durante 3 años seguidos; seguiré recordando cómo era capaz de hacer que todos, alumnos y profesores, giráramos el cuello como Reagan al verla pasar (hasta que inventé el truco del espejito); recordaré para siempre su voz fina, dulzona, de turrón Doña Pepa diciéndome una tarde de otoño chalaco: “no puedo salir contigo, porque tengo que lavarme el pelo"

4 comentarios:

Arturo Saravia dijo...

Reniec maldito!!.
¿Cuando mejoraran la calidad de las fotos para los documentos de identidad?
Antes de tomar alguna infeliz decision considera que uno no salie bien en el DNI.
Tu mismo lo puedes comprobar.

En tu lugar, pensaria en enjuiciar a Reniec por los daños psicologicos que dicha foto pueda causarte.
Si antes tenias una paranoia con ella, ahora sera como una triquina.

Tomalo con calma y haz como hacemos todos.
Con un poco de embellecedor (tomar las necesarias hasta que la foto se vea acorde a tus sueños) la realidad podria ser menos triste.
Animo y mejor sigue con la tia buena que merece mas consideracion y .... esta mas cerca.

el_ficho dijo...

Gracias por el consejo. Al menos la tía buena no se enojaría si le digo: "metí un sol al teléfono, y como no estabas, hablé con tu hermana para no perder mi moneda"

El Ánton dijo...

ficho, ficho.. cambio.. cambio.. aquí elkejas.. cambio.. cambio.. yo soy quien te llama Sudoku.. cambio.. cambio..

Para mejor pista:
Que el rasto que dejó Mr. Eko no se pierda nunca.

Estoy posteando cositas en el blog del luxxor...

A ver si dejas poner anónimos webudo!

el_ficho dijo...

No, no que me llenan esto de spam!
Saludos, Mr. Sindromes raros. Disfrute Ud. Su lectura