lunes, febrero 16, 2009

Oscar goes to


- ¿Sabéis algo de Oscar? -pregunta Jesús, el profesor del curso de MCSA.
-No -mentimos Jose y yo-, no sabemos nada.

La verdad es que Oscar ya llevaba varios días quemado. Poco quedaba ya de el chico risueño de Vallecas que se sentaba a mi lado y que me ofreció, a buen precio, su abono de liga del Atlético de Madrid. Estoy hasta los cojones de este equipo, dijo, te lo dejo a precio de saldo: cien pavos. Me pregunté si yo hubiera sido capaz de vender así, a mitad del camino, a mi Alianza Lima (corazón). No. Fueron muchos los momentos (sobretodo en competiciones internacionales), cuando mi equipo blanquiazul me dejó con el culo al aire, siendo el hazmerreir de los lunes en el colegio, trabajo, barrio, cumbres nevadas, ríos, quebradas; pero nunca renuncié ni le dí la espalda. Eso no es de machos, me decía mi abuelo, mientras se iba del brazo de una de sus nuevas novias, eso no es de machos, oiga usted.

- Te doy 70 euros - propuse, aprovechando la bajada de pantalón de Oscar - ni un euro más.
- Puede ser - disimuló su alegría -, pero me lo dejas para los partidos de Champions. Que quién sabe cuándo volverá el Aleti a Europa con esos hijos de puta de los Gil como dueños del equipo.

Sellamos el casi pacto con un apretón de manos y volvimos a clase. Nos sentamos uno al lado del otro y, de repente, como si todos los espíritus rojiblancos se enseñaran con él y castigaran su desdén, su PC hizo unos ruiditos extraños, como retortijones cibernéticos, y se jodió. Oscar intentó reanimarlo pero había perdido el controlador de dominio principal de su Active Directory, y los dos routers que tenía montados en su infraestructura virtual tenían, en todas sus tarjetas de red, la misma MAC. Mi compañero de pupitre sólo atinó a soltar un ¡halá, chaval! y remató su diagnóstico técnico con un a tomar por culo la bicicleta.

- ¿Qué has hecho? - pregunté, maravillado ante tal cúmulo de desgracias.
- No sé colega - respondió, y juro que parecía querer hacerle el boca a boca a la CPU - sólo le he dado al botón de restaurar máquina en el VMWare.

El VMWare es, para quienes no lo sepan (como yo mismo, hasta hace un mes) un software que se encarga de crear una infraestructura virtual para fines didácticos. Usándolo puedes configurar servidores, clientes, routers, etc. Siempre y cuando tengas una máquina que responda a sus requerimientos de hardware. Sino, el cabrón no te replica entre los nodos que defines, elimina usuarios creados dentro de tus dominios, se rebela y cambia tus Ip's o, como me hizo a mí una tarde, no te deja crear más máquinas por eso de "poca memoria virtual". Yo lo soporté y dije ¿no quieres crear más máquinas? pos . Oscar, no se lo tomó tan bien, y, derrotado, nos anunció esa misma mañana, a la hora del café, que se largaba.

Intentamos convencerlo pero no hubo forma. Jose por empatía, y yo porque no quería perder un abono (del Aleti, que juega como el culo, pero abono al fin). Oscar incluso adelantó su partida y el jueves pasado, justo cuando empezaba ya lo más fácil del curso (Directivas de grupo) desapareció. Desde entonces, todos nos preguntan que si sabemos algo. Como nos pidió discreción, cosa que no entiendo, yo me limito a encogerme de hombros y a decir, creo que se ha pirado, su máquina era una mierda. Entonces, sin importar quién sea el interlocutor oigo eso de joder, pero si ya no quedaba nada, y vuelvo a encogerme de hombros y sigo bebiendo mi café americano, que me sirve a diario un camarero cubano, en un bar italiano, cuyo dueño es un señor que parece ser de Ecuador, y donde todos los viernes me robo el suplemento Metrópoli del Mundo.

Volvemos a clase y Jose, al encender su equipo, se encuentra con un pantallazo azul. La cagada, digo, y de las gordas, me confirma. Ahora las dos placas que me rodean han muerto oficialmente, Jose tiene que reinstalar todo y le pregunta a Jesús si es necesario. Él lo tranquiliza y le dice que sólo necesitaremos dos 2003 Server y un cliente XP. A mi compañero le vuelve el alma al cuerpo y yo, congelado, no sé si darle al botón de "restore" que parece hacerme ven, con el dedo, como hacen las sirenas cuando llaman a los marineros antes de hundirlos para siempre en el mar. Cierro los ojos y dejo mi suerte a merced de mi dedo, como hice en mi primera vez sexual, y las máquinas vuelven a la vida. Juro que oí trompetas y un Stradivarius. Tú nunca me fallas, le digo a mi dedo índice, justo antes de besarlo.

La clase termina y Jesús vuelve a acercarse a nuestra mesa, no hay ningún mail de Oscar, nos dice a modo de exclusiva; yo me encojo de hombros y digo, estaba muy quemado, su máquina era una mierda. Él se rasca la barbilla y me susurra, joder, pero si ya no quedaba nada, justo antes de decir en voz alta, mañana más chicos. Pero casi todos, como Oscar, se han ido ya.

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