jueves, agosto 19, 2010

Un día sin furia (casi)


Me tomé un día de descanso para olvidarme del mundo, y el mundo no se olvidó de mi. Le dije a mi jefe, mejor no descanso, que todavía hay muchas cosas pendientes; él me agradeció el gesto, pero me dijo que me fuera el miércoles ya, que sino, igual mataba a alguien.

Desperté como a las 8, por costumbre, y enredado en las sábanas como si fuera un paracaídas, como siempre. Puse el teléfono en modo avión para evitar que alguien del trabajo me llamase. Me levanté, pisé mi alfombra y me dije: stop, look and listen baby, that's my philosophy. No sé por qué, coño hice eso. Me vi en el espejo y mi pelo estaba perfecto, así que pasé de ducharme, me tiré en el sofá y terminé de ver la tercera temporada de Mad Men. Nice. Quise ver el primer capítulo de Treme (se lee Tree-mei) y mi disco petó. La pantalla pasó a negro como en el final de Los Soprano, y no hubo marcha atrás. No estoy pa esto, me dije, desayuné y salí rumbo al gym.

Paré antes en un chino para comprar una codera, y proteger así mi nervio cubital que de vez en cuando me da toques de atención para hacerme saber que no está recuperado del todo.

-Chino, quiero una codera.
- ¿Codela?, delecha pasillo.

El pasillo de la derecha tenía velas aromáticas que no huelen, juguetes que atragantan niños, hilos de colores enrededados y lapiceros que no pintarán jamás. Giré a la izquierda, y, al lado de los posters de Hanna Montana, estaban las coderas, las muñequeras, las rodilleras y la almohadita esa de los cojones que usamos todos en el avión y que te dejan el cuello pintado de azul.

- Un eulo cochenta.

En el gym, entre serie y serie, publiqué mi estado del facebook. Dos minutos después comprobé que a tres personas le gustaba que ya estuviera en el gym, y uno comentó que no debería madrugar en mi día libre. Más razón que un santo. Mientras volvía a casa, Susana me dijo (por sms) que me esperaba a las cinco en el bar en que Laura y yo rompimos por tercera y definitiva vez. Lo tomé como una broma de las suyas, me reí y le respondí con un "ok", sólo por joder. Comí mafaldone y me dormí otra vez, despertando un par de horas después por culpa de una vieja que no sabía que la calle no es un mercado y gritaba como si la vida le fuera en ello. Madrid es un pueblo grande, y esas cosas pasarán siempre.
Salí de la cama, puse un disco de Lenny Kravitz y me duché cantando "Again". Me preguntaba, mientras el agua fría me resbalaba por la cara, si valía la pena o no, seguir intentando retomar mi relación con Laura, porque, como le dije un día, nosotros teníamos una relación, bubu, extraña, indefinible, pero relación al fin. Y ella estuvo de acuerdo con mi afirmación. Pero ahora las cosas habían cambiado, desde que hice una bomba de humo de las mías y la dejé parada en Doctor Esquerdo, y me fui sin decir ni chau, me puso la cruz. Por eso, cuando cantaba all of my life, where have you been... me decía a mi mismo que ya estaba bien de tanta mierda, que era mejor dejar las cosas tal cual, total, hay mogollón de gente en la oficina con la que hablo una vez por semana, y, aunque me doliese reconocerlo, Laura, mi bubu, ahora prefería ser parte del conjunto, y salía de mi diagrama de Veen.

Me vestí y subí por Valderribas hasta la tienda de informática, donde cambié mi disco roto por uno nuevo y aproveché para comprar otro cable alargador de audio para poder escuchar música en el trabajo. Con mi bolsita horrible, esperé a Susana en un banco de la calle Cavanilles. La vi llegar, rubísima, super fashion con sus jafas ray-ban modelo Jackie-O, igualitas que las lleva Katie Holmes, me las regaló mi man, y subimos hasta Juan de Urbieta buscando un bar, para terminar en una tasca torera justo frente a mi gimnasio. Uno de esos sitios españoles en los que el dueño cree que poner una cabeza disecada de toro es cool. Hablamos de Marie-Flore (a quien odia) de Natalia (a quien respeta) de Julio (al que recuerda con cariño) y de la oficina (a la que no añora en lo más mínimo). Me contó de sus vacaciones en Saint-Tropez y me dijo que ver tanto lujo la hizo sentir más pobre que nunca, ya sé donde está mi lugar, hijo ¿sabes?; le conté que iría pronto a ver a mi amigo gay en Valencia y que los chicos de la ofi y yo siempre estábamos jugando, hablando de tías y de deportes. Como todos, ¿no?

- Pues no, allí fuera también hay hombres.
- Todo tiene su momento, blondie. Te aseguro que cuando me tengo que comportar como un hombre, lo hago bien.

Pasaban las horas y la falta de aire acondicionado hizo que la charla pasara a ponerse tensa. Vimos nuestros relojes y nos despedimos. Antes de irse me dijo, one more time, y no sé pa' qué, que yo no tenía ninguna oportunidad con Laura, porque ella estaba super enamorada de su novio, y no quería pensar en más cosas.

- A Laura no le gusta que diga otra persona lo que ella piensa - objeté.
- Tú que coño sabrás lo que le gusta o no le gusta. Como cuando dijiste "a Laura no le gustan los regalos" y yo le regalé algo y le gustó.
- Pues igual no quería regalos míos. Y lo que del "pensar" me lo dijo ella misma, yo no voy por ahí diciendo cosas que me invento.
- No sé, chico. Yo sólo te digo que no tienes oportunidad.
- Vamos a ver, Susana, eso lo sé. Pero no porque me lo digas tú, sino porque me lo dijo ella...y para mi es la única opinión que importa.
- Ah, pues nada...no discutamos venga.
- Si eres tú la que ha querido hablar de trabajo. Ese es un tema de trabajo.

Pagué la cuenta y regresamos sobre nuestros pasos. Ya más calmados, me contó que sigue bien con su novio y que la vida de mujer sin trabajo le durará por lo menos hasta Octubre que es cuando empezará de verdad a buscar algo. Le deseé suerte y le di cuatro besos, en el mismo semáforo en que la dejé varias semanas atrás. Me pidió que nos volvamos a ver, le dije que me hiciera un hueco en su agenda como hoy, que seguramente estaría libre.

- Tú siempre estás libre - respondió. Y casi la pateo.

Volví a casa seguro de tres cosas: que pasaría mucho tiempo antes de que volviera a ver a Susana, que tenía un disco duro nuevo y que mis intentos (todos) con Laura habían llegado a su fin.

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