martes, noviembre 18, 2008

Hoy corren malos tiempos, ya lo sabes buen amigo


Fue un viernes cualquiera, tal y como lo esperaba. Al menos tuve tiempo a recoger mis cosas y despedirme de los que quedaban en la empresa, no como Jonathan que llegó un lunes en taxi porque se le había jodido el coche y se encontró con la carta de despido encima de la mesa. Lo mío fue bastante mejor, casi un alivio, podría decirse.

- La empresa ha decidido eliminar tu puesto de trabajo. Lo sentimos, es la crisis, las ventas han bajado, blablablabla.
- Ya lo sabía. Sólo me preguntaba cuando pasaría.
-¿Y cómo lo sabías? - jodida, le hubiera encantado ver mi cara de desolación- nadie lo sabía.
- A ver, cualquiera con dos dedos de frente nota que esto se va a pique, que las ventas bajen un 40% no es normal. Además vi al japo que vino a dar collejas a Ángel la semana pasada.

Es raro comprobar cuanta gente te aprecia, y más aún en estas circunstancias. Rafa no sabe qué decir, me mira con los ojos anegados, estás bromeando, ¿verdad?, pero le enseño los dos cheques del finiquito y se llena de rabia, desolación, confusión. Mi otro compañero también, hemos tenido altibajos pero pasábamos más tiempo juntos que con nuestras familias, aunque no lo quieras la costumbre es muy fuerte y no ver mi cara sudamericana cada mañana seguramente que dejará un vacío en su maño point of view. Rocío se acerca también, dame tu móvil, pide, y yo, atento a mi público femenino, la complazco.

- Hombre, nosotros parecemos más afectados que tú.
-Lo sé, Mercedes, pero en estos momentos no siento pena, ni nada que se le parezca. Es una putada, pero al menos me voy con varios miles de euros.
- Ah si, eso. Si quieres puedes hacer revisar el finiquito por un abogado...
- No, thanks. Por dinero nunca he discutido, terminemos esto rápido porfa, he quedado para comer a las tres.

Roldán me dice que a Adán también lo han echado, pero que con él no se han reunido como lo han hecho conmigo. Le han dejado el cheque en la mesa y si te he visto no me acuerdo. Mi jefe me paga un café y se lo acepto aunque odio el café de la máquina porque sabe horrible. Si Dario, mi amigo italiano, bebiera esto, seguro que sufriría una parada cardiorespiratoria. Llega Julio también (y pienso que le importo más que Adán, y me da un poquito de alegría), te llamo para ir al Bernabeu, me dice, te tomo la palabra maricón, respondo, y todos se horrorizan porque acabo de llamar maricón a la segunda persona más importante en la empresa.

- En este momento donde más valor tienes es en la competencia - dice mi jefe.
- No le des ideas, joder.
- No cerraré ninguna puerta, eso es obvio.
- Voy a por los cheques - dice la jefa de recurso humanos, que ha tenido una hija, y a la que le ha quedado un culazo de negra después del parto.
- Ya que bajas - digo, cogiéndola del brazo - súbete también unos boquerones y una caña.
- Para mí un cortado - dice mi jefe - que acabo de comer.
- Hombre, un vermú me vendría genial - la remata Mercedes.

Vacío mis cajones y con cada cosa que meto en mi bolsa siento, aunque no lo crean, como si me quitara un gran peso de encima. Es verdad que quedarse sin trabajo es una putada, pero yo estaba desesperado por salir de esta empresa en la que cada día comprobaba que no tenía futuro alguno, y que hacía que cada mañana me costara más levantarme para ir a trabajar. La única ilusión que tenía era poder escribir en los miles de ratos libres que tenía, y eso hacía que no sintiera que, ese día, había perdido tiempo valioso de vida.

Bajo al parking (me he colado) después de despedirme de los que quedaban y cuando voy a entrar a mi coche veo a mi compañero que baja sudoroso las escaleras. Te has dejado esto, me dice, y me da los regalos que Luismi y él me daban de vez en cuando: dos llaveros del Real Madrid, un perro RFID y un muñeco vudú con el traje típico de Aragón. Gracias, brother, buena suerte. Arranco y me voy escuchando Free Falling. Me siento Jerry Maguire.

Ya en casa, y después de contarle a Sol la noticia decido hacer una última broma a mis compañeros. Abro mi correo y escribo: por favor, no le enseñes este mail a nadie, sé que puedo confiar en . He olvidado algo importantísimo en el tercer cajón de mi escritorio, es una foto de Verónica. Está desnuda. Por favor, escóndela y no se la enseñes a nadie, ya te llamaré y quedaremos para que me la des. Mil gracias.

Cierro el correo y me río a carcajadas. Los gilipollas deben estar buscando la foto hasta el día de hoy. J' suis le diable et m'habille en Prada.Cursiva

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