domingo, abril 18, 2010

La parte de adelante


Guardo mis cosas, hartito ya de la semana que me ha tocado vivir. Esperando que los dos vasos de whisky que me he metido al cuerpo no me hagan dar positivo en un control de alcoholemia, y dibujando un plan para el fin de semana en el que lo más interesante sería montar una nueva radio en mi coche. Todo mientras Iván nos contaba a Julio y a mi cómo lucía el baño más asqueroso de su existencia:

-Totalmente copado de pis, tío, y con un zurullo en el lateral, como si alguien lo hubiera puesto allí. O sea,era verlo y hacer "agggg, dios ¿cómo lo has hecho, colega? Obviamente, le hice fotos con el Iphone, antes de desmontar el zurullo, méandole encima y conteniendo el vómito.

Laura no ha estado de humor hoy, y, contradiciendo mi premisa de vida (¿qué me importa a mi el mundo?) he intentado ayudarla. Después de quince minutos de decirle cosas bonitas acerca de porqué ella era una tía especial, ha guardado silencio y me ha preguntado si estaba borracho. Ante lo que he tenido que responder con silencio administrativo y una levantada de ceja virtual.

Elena llega hasta mi mesa y me pide que la acerque a casa. Claro mignone, contesto, ¡andiamo!

Bajamos y veo de lejos a Susana, que espera el autobús. Como sé que no tengo ninguna posibilidad sexual con Elena, decido llamar a Susana e invitarla a compartir nuestro viaje de vuelta a casa, te puedo dejar por Conde Casal, le ofrezco, y ella en menos de dos segundos dice que sí, que perfecto, que le viene fenomenal y que esa noche como mucho se tomará algo con su chico en una terraza y ya mañana pensará en qué hacer. Pienso: finalmente he conocido a alguien que vocaliza peor que yo. Sonrío. ¡Me pido ir adelante!, grita Elena.

Subimos a mi coche y les enseño por encima los daños provocados por los ladrones. El hueco dejado por la radio, el monedero vacío. Aquí está el muñeco de Spiderman, dice Susana, ¿no se lo habían robado? Le respondo que no, que lo encontré escondido debajo de los triángulos de seguridad, temblando de miedo. Vaya mierda de superhéroe. Salimos con rumbo a casa y me imagino que tengo música y que voy pasando las canciones que no me gustan. En mi mp3 imaginario no hay nada de Pereza ni de los Hombres G.

- No puedo enderezar el asiento -dice Elena.
- Mueve la palanca lateral - digo, y paso mentalmente una canción de Ramazzotti que ya he escuchado mucho - está a tu derecha.

Paso un stop y veo por el retrovisor a Susana. Creo, por cómo se mueve, que se le ha clavado en el culo un trocito de cristal restante. Pienso: puto taller, les dije que me limpiaran los asientos, que a mi se me olvidaría.

- Jo, soy un desastre, no encuentro la palanca - sigue Elena.
- Espera que paro.

Aparco el coche detrás de un camión y me acerco hasta el asiento del copiloto, en el que Elena está inclinada y sin poder devolver el asiento a la posición normal. Busco la palanca y, con sólo rozarla, el asiento se va hacia atrás del todo y tumba a Elena que queda mirando el techo del coche mientras yo (pobre de mí) quedo con los labios clavados entre sus tetas de 22 años.
Vi chocolates y a Willy Wonka bailando, a Bugs Bunny que salía de un agujero y decía "creo que debí girar a la derecha en Albuquerque", vi a Susana, con el cinturón de seguridad aún puesto, revolcarse de risa en el asiento trasero, vi a Benny Hill abriendo los ojos con sorpresa, vi al oso Yogui que gritaba "¡yujujui!" con júbilo y alborozo, vi mi vida pasar ante mis ojos con formas de tetas diversas y sentí que alguien encendía la calefacción central, vi a los cuatro Beatles detenerse en el paso de cebra y girar a verme mientras Ringo decía "great job, mate". Vi a Elena, roja como un tomate, muerta de risa, y me lamí los labios.

- Joder, ¡que momento! cómo no está Julio aquí - exclamó Susana, descojonada.
- Tesoritos: - le respondí - a ti te pongo por testigo de que, hoy, viernes por la tarde mi boca ha estado entre los pechos de Elena.

Volvimos a la carretera, ya poniendo la cuarta velocidad e intentando agudizar mis sentidos que estaban bloqueados, no sé si por el alto nivel de alcohol en mi sangre o por el sabor a Elena que aun llevaba en la boca.

- Que sepas que no me pienso lavar los labios durante todo el fin de semana, mignone - confieso. Y ella me da un golpe dulce en el brazo derecho, mientras ríe - esto lo quiero llevar conmigo el máximo tiempo posible.

Llegamos a Conde Casal y le digo a Susana que la voy a dejar frente al concesionario de Kia. Me dice que sí, que no problem. Giro la cabeza hacia la derecha, para ver uno de los cuatro semáforos de la glorieta y, después de ver cambiar la luz a verde, veo de refilón los pechos turgentes de Elena y me desconcentro one more time. Me olvido del mundo, Benny Hill vuelve a sonreír y yo no quiero ver más cosas, cierro los ojos como si estuviese a punto de ser devorado por el Kraken con pelos de arbusto sevillano y piso a fondo el acelerador.
Lo siguiente que oigo es un concierto de bocinas e insultos de los demás conductores, y a Susana que (ya sin reírse) grita mi nombre. Vuelvo en mi y veo que me he tragado cuatro luces rojas y que estoy a punto de ser descubierto por la policía que busca el origen de todo el escándalo que se ha montado.

- A tomar por culo - reacciono, y piso más el acelerador, lo justo para esconderme detrás de un autobús y quedar fuera del ángulo de visión de los polis.

Llegamos al semáforo de Cavanilles y Susana salta del coche. Casi que me quedo aquí, chicos, dice, vocalizando menos que antes, si es posible, buen finde, eh, tened cuidado. Bajo por Valderribas y cuando llegamos a la calle de Elena, ella me desea que pase un buen fin de semana, que me olvide de todo lo malo que me ha pasado y que ya, si eso, hablamos. No puedo evitar confesarle algo que hace que ella me devuelva una sonrisa pícara:

-Oye, Elena...tu pecho... sabe a Ferrero Rocher.

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