jueves, abril 17, 2008

The meeting


Hoy he llegado a la oficina con el piloto automático puesto; me niego a meterme cafeína al cuerpo, ya sabemos lo nocivo que puede ser para mi organismo, además, esta tarde toca reunión de departamento. Esas reuniones se caracterizan (me imagino que será igual en muchas empresas) por decir lo mal que lo hemos hecho, lo bien que lo podríamos hacer y por presentar ideas para llegar a ello. La comanda el director general, un hombre de éxito en su vida profesional y fracaso en su vida personal que esquiva de manera magistral todas las preguntas incómodas. Por ejemplo, si te da por preguntar, jefazo, ¿este trimestre cobraremos objetivos? El responderá, casi lo hemos logrado, las últimas ventas no se facturaron en este periodo así que no cuentan en el balance global, pero sí en el siguiente; entonces, tres meses después le vuelves a hacer la misma pregunta y te sale con algo como las ventas espectaculares del trimestre pasado entraron parcialmente en éste, pero no fueron suficiente para complementar dos meses de vacas flacas. Entonces se te queda cara de gilipollas y haces de tripas corazón.

Cuando pasan las dos horas de cifras y letras, se discuten los proyectos pendientes de resolución, vemos en qué etapa estamos y vemos cómo podemos potenciar nuestras fortalezas (versatilidad de producto) y esconder nuestras debilidades (caro que te cagas). El jefe comercial, que es un bocas,explica que hemos trabajado mucho pero que se cagará en tós nuestros muertos si no lo logramos, el jefazo lo calma y dice lo mismo, pero más bonito. El comercial deja un momento de hacer dibujitos en su agenda y yo sigo pensando que estaría mejor con Vero, compartiendo una botella de Valdepeñas reserva del 2000. El jefazo lo nota y me espeta no has abierto la boca en toda la reunión, y yo digo es que hasta ahora estaba de acuerdo en todo.

Toca el turno de hablar al responsable de producto, y todos le reclaman que se dedica más a hacer powerpoints que a dar soporte de alto nivel o definir estrategias de posicionamiento en el mercado. El cabrón, sabedor de su antigüedad y de que es el ojito izquierdo del jefazo responde, si no os gusta como trabajo, me echáis y contratáis a otro. Sonreímos de lado, yo lo miro como diciendo qué caradura eres, mamonazo, y sigo pensando en esas copas de vino y risas que me he perdido. El jefazo calma los ánimos y dice consumibles, ¿por qué vendemos tan poco? El jefe de producto agradece con una sonrisa maricona la ayuda y ahora el marrón le pasa al que trabaja como responsable de consumibles y cobra como técnico, que además es de Aragón. Se pone terco como una mula (para hacer honor al estereotipo de los de su tierra) y a grandes rasgos dice que vendemos poco porque sí. Yo descubro una oportunidad de no seguir callado como una puta y pregunto ¿no será que nuestro proveedor está vendiendo a nuestros clientes, sin que lo sepamos, por debajo de nuestro precio? Explota una bomba y las siguientes dos horas la pasan definiendo planes de investigación, y acciones correctivas ante el problema que acabo de inventarme y que meses después descubriremos que era real. Pero lo peor estaba por venir, se abren las puertas y entra la jefa de marketing, con sus powerpoints y sus ideas brillantes para definir más y más la imagen del producto y también para contarnos los próximos eventos que auspiciaremos. Veo por la ventana que empieza a hacerse de noche, las tripas me crujen porque la pizza asquerosa que nos suelen traer ya se ha desintegrado por completo dentro de mi organismo. Alguien sugiere que sería mejor irnos, yo siento un poco de amor fugaz por esa persona, el jefazo dice, sí, sí, terminamos de ver esta presentación y nos vamos.

Esa es la reunión que me espera esta tarde, saldré a las tantas y de regreso a casa una vez más me preguntaré si no estaría mejor haciendo el trabajo ese de chimpancé amaestrado que hacía antes de entrar en este mundo TEC. Me consuela saber que dentro de poco abrirán la piscina de mi piso y podré, afterwork, llegar a remojar mis carnes en ella y de paso espiar a las vecinas buenorras escondido tras mis gafas oscuras, y respirando como Darth Vader. Estoy enfermo.

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