miércoles, junio 11, 2008

Prison Break


El Mongo busca entre los mil papeles que tiene en su cuarto algo que lo ayude. Se llamaba Laura, estoy seguro, dice, y sigue escarbando entre el montón de fotocopias, revistas y libros que algún día tirará a la basura. El Gitano ha usado su llamada de preso para hablar con él, la cagada Mongo, le ha dicho, estaba en Bass y ese imbécil no dejaba de mirarme el culo, le he tenido que partir la cabeza con una yarda. Las yardas, hasta ese día, eran copas enormes que sólo se usaban para llenarlas de algún coctel y jugar con los amigos a quién era el más machote que podía beberlas de un tirón. El Mongo nunca pudo, lo intentó varias veces, pero la piña colada le salió, varias veces, por la nariz y algunos dicen que hasta por las orejas.

Por aquí, yo lo anoté el día que tenía examen de Estadística. El cuarto está recién pintado, de azul, que es su color favorito. Ha colgado un poster de Kurt Cobain, a modo de atrapasueños, y otro de los Tres Chiflados porque se imagina que junto a sus dos hermanos, podría haber protagonizado una versión moderna de la serie, yo sería Moe, sueña. La cama está rota, es lo que la niña ha dejado como eterno souvenir, tras sus tardes de brincos y saltos conjuntos que pronto pasarán al olvido. Debajo hay tres cajas que el Mongo está dejando para el final, no creo que esté allí, piensa, porque las usa para guardar sus álbumes de fotos, de Sport Billy, y de los mundiales de fútbol.

Lorena, era Lorena, aquí está: 4436158. Baja las escaleras como un loco, pobre gitano se lo estará cachando algún negro en la cárcel, piensa, y no puede evitar reírse. Marca el número en su teléfono rojo y después de diez segundos la escucha y le viene a la mente su cara pecosa, con un pisco sour delante.

- El gitano está preso, me ha dicho que te llame y que…

Ella dice que no le importa, que lo fusilen de mi parte, flaco, tu amigo es un jijuna que en el mes y medio que salimos me puso los cuernos dos veces, que yo sepa, claro, y encima ni lo negó, tu eres la catedral, mamita, me dijo, las otras son capillitas nomás. El Mongo reconoce las palabras de su amigo, y sabe que la abogada no lo ayudará pero termina de dar el mensaje, es la comisaría de San Borja, estaba en el Bass y le rompió la cabeza a un tío que se burló de su pantalón. La abogada ahoga una risita, uy, dice, eso es peor que si insultaran a su vieja, con su ropa no se mete nadie, que huevón, tiene veinte años y se sigue peleando por pavadas. El Mongo le da la razón, le dice que por favor lo ayude, que no conoce a nadie más y que el Gitano ya usó su llamada de preso, como en las películas, flaca. Tu voz me suena, dice ella, ¿no eras tú el que afanaba a mi amiga Marta?. Traga saliva.

El Mongo y el Gitano se encuentran en un bar de Shell, piden dos cocacolas y unos piononos. Gracias por ayudarme, Monguito, te debo una, dice el Gitano, mientras se limpia el forro de piel de su chaqueta alemana. El Mongo dice que de nada, pero menos mal que la abogada se apiadó de ti, y eso que le sacaste la vuelta, brother.

- ¿Qué abogada?
- Lorena, - sorbo de cocacola – la hembrita a la que llamé.

Esa no es abogada, huevas, se burla el Gitano, y dice que el abogado es su viejo, pero que sabía que Lorenita no lo iba a dejar preso ahí con todos los cholos y zambos de la ciudad.

- El señor Loreno llegó a la comisaría y me sacó diciendo que era su sobrino, tenías que ver la cara de los tombos, huevón, parecía que estaban viendo al Papa.
- Totus tuus – dice el Mongo, y hace una seña pidiendo dos piononos más – su santidad - brinda con cocacola.

Lorena llega a la cafetería y busca a alguien con la mirada. El Mongo es el primero en verla y pregunta ¿qué hace aquí?, y el Gitano, limpiando la punta de sus zapatos de ante dice, le he dicho que venga, me la voy a tirar en casa de mi abuela, no creías que iba a sacarme de cana gratis, ¿no?

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