jueves, agosto 07, 2008

Ex Man


La única “ex” que sigue escribiéndome fielmente es Ely. No sé porqué lo hace, quiero creer que en el fondo de su ser guarda todavía un sentimiento especial, cariño bueno (para soñar), o, en el peor de los casos, nostalgia por aquellos años en que las patas de gallo no aparecían aún en su cara y ambos éramos jóvenes y lozanos. Entonces, ahora que la lozanía nos empieza a abandonar, seguramente mi recuerdo le sirve como reclamo para recuperar en su memoria esos días anteriores en que la risa y el estruendo eran una constante en nuestra despreocupada vida.
Me ha enviado una foto en la que estoy, como siempre, haciendo el payaso, me rodea un grupo de buenos amigos con los que pasé momentos olvidables pero divertidos. No fue la mejor época de mi vida, pero fue bastante menos aburrida que la actual. Durante los días en los que se desarrolla la acción de aquella fotografía, mi vida era un constante ir y venir de experiencias de todo tipo, y estoy seguro que a quienes están en esa foto les pasaba lo mismo. Ely mira hacia abajo, hacia el punto en el que yo estoy haciendo una pirueta al lado de Carlitos. Creo que para entonces él ya había olvidado a Liz, o al menos eso era lo que todos creíamos.
Le agradezco la foto con un mail de dos líneas, ¿para qué más? Cierro mi correo y a la vez me pregunto quién tendrá la foto en que estoy con La Kika, Miguel Cabezón, el Nero y Vázquez. Sospecho que Brisa la guarda en una especie de altar budú e invoca nuestros espíritus cada 14 de febrero, en plan Mum-Ra.

El otro extremo de las “ex” lo ocupa otra de la que no que no puedo siquiera escribir su nombre, porque temo que algún día termine la carrera y, ya convertida en una abogada, me denuncie por difamación, daños y perjuicios, coitus interruptus y mal de ojo. Lo nuestro terminó en plan pacífico, la distancia fue el olvido y así lo comprendimos una tarde de otoño español, cuando las hojas caían de los árboles y la peseta terminaba de desaparecer. Seguíamos hablando de vez en cuando, y como buenos ex que éramos, la tensión sexual existía y a veces nos divertía creer que algún empleado de Telefónica se ponía cachondo escuchando nuestras conversaciones. No sé porqué, se aficionó a detallarme sus juegos eróticos con su nuevo novio, y hasta me lo presentó una tarde que vino desde Barcelona sólo con ese fin. No me pareció mal tipo, y si no recuerdo mal, no la he vuelto a ver desde entonces. Pero claro, call me irresponsible, aún después de conocer a su nuevo consorte, no me resistí a las confesiones de sex shop que me hacía a través de las ondas. Así pasaron años, y la única forma de cortar ese flujo no solicitado de información era proponiéndole una cita, en alguna ciudad perdida, a lo que ella como noble y fina chica que era, decía que no con el mayor de los énfasis y no poca indignación. Pero a los tres meses, otra vez la burra al trigo.

En la película “El otro lado de la cama”, una ensalada de tópicos y canciones del pop español, hay una escena en que los amigos hablan en un bar madrileño. Uno de ellos, taxista creo recordar, dice algo así como “un tema: las ex, a una ex te la puedes follar cuando quieras”. Tal afirmación se cumple si no en el cien, en el noventa por ciento de los casos. Y me imagino que basado en ese resquemor, miedo, o como se quiera llamar, es que la última llamada de mi ex cuentacuentos terminó en un cruce verborreico que sólo sirvió para que ella prometiera no llamarme nunca más y yo le confesara, con la mayor sinceridad posible, que me importaba una mierda. Pasaron los meses y, fiel a su palabra, no volvió a dar signos de vida, y yo fiel a mi palabra no lo noté, hasta que descubrí sorprendido su incursión en mi perfil de hi5, abierto al mundo porque no hay nada que esconder. O sea, ¿en qué quedamos? Un escalofrío me recorrió el cuerpo y quise imaginar que lo había hecho por accidente, rechacé cuatro o cinco mensajes de gente que quería ser mi amigo virtual y desparecí por unos días de ese punto del ciberespacio.

A una ex te la puedes follar cuando quieras. ¿Cuántas neuronas habrá quemado el guionista para escribir esa frase? Ya me gustaría a mí que fuera cierto, pero, que una chica te bese en la mejilla y te diga que le gustas, ¿vale para considerarla una ex? (díganme que sí, por favor, y corro tras una que yo me sé). Es un tema de discusión digno de cualquier batiburrillo televisivo, porque, si discuten sobre si la henna es cancerígena, ¿por qué no pueden incluir mis dudas existenciales?
Lo ideal sería que todas aquellas personas que han pasado por tu vida tengan de ti un gran recuerdo, como persona (bien), como amante (mucho mejor) o como amigo (esto ya como premio consuelo, medalla de bronce). Pero si no se da el caso, tampoco hay que romperse la cabeza pensando en qué se hizo mal. No le puedes gustar a todo el mundo, y menos si viven en Barcelona.

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