jueves, agosto 07, 2008

Los últimos días de la prensa


La primera vez que salí en los periódicos yo debía tener unos diez años. Mi profesora me inscribió, contra mi voluntad, en un concurso de ortografía y semántica para el que no estaba, en absoluto, preparado. Me entró pánico, no por favor, señorita, le imploré, no me obligue a ir a ese concurso de lornas. Ella insistió con toda la dulzura del mundo, y usó como base un argumento que no yo, ni nadie, podía rebatir en aquél entonces: eres el único que sabe escribir y leer correctamente en este colegio de mierda, y no le digas a nadie que he dicho mierda en tu delante. Fui a casa y le conté a mamá lo que me esperaba, y ella, emocionada al máximo de que su hijo sea el tuerto rey en la tierra de los ciegos, me ayudó a mejorar lo que hasta entonces era mi cultura literaria (basada en cómics). Me hizo leer a Vallejo, Vargas Llosa y hasta el diccionario que entonces guardábamos en lo alto de una repisa, en una esquina oscura de casa. El diccionario se convirtió en mi mejor amigo, especialmente después de que descubrí entre sus páginas un folletín erótico titulado “Memorias de una pulga”, que devoré con ardor.
El día del concurso llevaba el librito ese en mi mochila, me quedaban unas diez páginas para terminar de leerlo. Me imagino que eso me sirvió como combustible para llenar cada una de las casillas del examen con la mayor rapidez del mundo. Hasta que llegué a la palabra “taciturno” y se me preguntaba su significado y/o sinónimo. Estaba perdido, no tenía ni puta idea de qué significaba la palabreja y, mediante señas, se lo hice saber a mi profesora que esperaba fuera y me observaba a través de un cristal. Ella se deshizo en mímicas inútiles, yo dejé el espacio vació, quedé segundo y me precipité al baño a terminar de leer. En la foto del periódico salgo sonriendo, abrazado a mi mochila y, por suerte, nadie notó la pequeña erección que asomaba debajo de mis pantalones escolares.

La segunda vez, estaba ya preparado mentalmente. Trabajaba en una revista y me había familiarizado de golpe con el olor de la tinta, las prisas de una redacción y la fama efímera que puede ofrecer un artículo bien escrito. El Comercio, decano de la prensa peruana, se interesó en la revista y vino una tarde, porque sí, a entrevistar al director general, que para colmo, era mi tío. Ya había pasado otras veces, él estaba de moda por haber sido el primero en publicar revistas latinas en España, y por eso no era raro que una tarde viniera Telemadrid y a la siguiente Antena 3 (creo que en un reportaje de esos, salgo cayendo pesadamente sobre unas cajas). La periodista de El Comercio era una rubia de ojos vivaces y labia educada. Hizo unas cuantas preguntas, grabó las respuestas en una Casio comprada seguramente en Hiraoka y después, para sorpresa de todos los que allí estábamos, hizo una foto grupal. Pusimos nuestra mejor sonrisa, seguros de que esa foto no se incluiría en el reportaje.
Una semana después mis amigos limeños me bombardeaban de e-mails diciendo que había aparecido en el periódico del domingo, que chévere tu chompa, que quién era la rubia de al lado y demás comentarios periodísticos altamente recomendables. Uno escaneó la página y me la mandó. Era gracioso verme allí, sonriente, y con una panza naciente, mientras en la misma página aparecía publicidad de una pollería con un lapidario slogan que decía “como todo lo que puedas, barriga llena corazón contento”.

La tercera, espero que haya sido la vencida. Acababa de entrar en el mundo de las impresoras industriales y tuve que asistir, en plan muñeco de peluche, a una feria especializada. Llegué puntual, embutido en mi traje recién comprado, elegantioso, como diría Cantinflas, y preparado para reventarme los riñones y sonreír a diestra y siniestra. Me pusieron al lado de un prototipo japonés, la primera impresora industrial capaz de borrar, ella solita, lo que había impreso anteriormente. Me aprendí el discurso: sí, el papel es más caro, pero aunque cueste veinte veces más puede reutilizarse 500 veces, como mínimo. Dentro de mi, la verdad, no creía que eso pudiera interesarle a nadie. Pero a los pocos minutos estaba rodeado de cámaras y micrófonos. Primero llegó la reportera de “Madrid Directo” una negrita guapa que me prometió sacarme, como no, en directo, pero que empezaría su reportaje con el portátil irrompible, que también hacía furor entre los asistentes. Vi de cerca como ella, impetuosa, tiraba el portátil al suelo como si fuera una bolsa de hielos de la gasolinera y, mientras la pantalla se iba a babor, y el teclado a estribor, cortó la transmisión en vivo. Qué cague de risa. Luego llegó otra reportera, bastante más guapa y nerviosa, que dijo ser de la televisión de Castilla-La Mancha y a la que le hice toda una demostración profesional del funcionamiento del maravilloso prototipo mientras que, a la vez, espiaba su escote y me grababa para siempre la forma de su ombligo en la memoria. Cuando terminó de entrevistarme, apagó su cámara y me preguntó si quería ver cómo había quedado. Acepté más por estar un rato más a su lado, y ambos comprobamos que la entrevista se había perdido para siempre porque ella había olvidado las cintas de grabación en Guadalajara. Le di mi tarjeta, y le hice el gestitocall me” a lo Austin Powers, obviamente, nunca la volví a ver. Recuperándome de esa desdicha me encontró un reportero italiano, de una revista llamada “datacollection”. Yo no tenía ni idea de que existiera algo así, contesté a un par de preguntas, posé para unas fotos, y lo vi marcharse con andar cadencioso hacia el bar, en donde se quedó dormido. Una semana más tarde el director general mandó un e-mail a todo el departamento con el título “debut de nuestro nuevo fichaje”. Adjuntaba un PDF con páginas de la revista datacollection, y a todo color, se me veía feliz, elegante, y enseñando con el mayor garbo posible una hoja en blanco. El pie de foto ponía “la primera impresora capaz de reciclar papel”. Reenvié el e-mail a mamá, esperando que eso le alegrara el día, me contestó a los pocos minutos y además de felicitarme añadió un comentario al final de su correo: “al menos en esta foto no se te ve el pájaro levantado”.

2 comentarios:

El Ánton dijo...

Hola ficho!
Mucho tiempo hacía que no me pasaba por aquí.. y fíjate te me haces hasta famoso!! XDD

Lo poco que nos vemos por el talk no es suficiente para saber de ti... ale.. a ver si te dejas ver más..

Un saludo.
ElKejas.

el_ficho dijo...

Pues cuando quieras quedamos y nos metemos unas beers entre chest y back.