martes, octubre 14, 2008

Baila como un loco calato


Claudio, mi hermano y yo solíamos ir de cacería a los quinceañeros de barrio. Encontrábamos de todo: tías cachondas con las que bailar, madrinas gordas a las que esquivar, y de vez en cuando alguna quinceañera apetecible y traviesa que coqueteaba amparada en su campo de fuerza con forma de vestido de muñeca. Nunca nos negaban la entrada, llegábamos perfumados y bien vestidos y cuando nos veían doblar la esquina alguno de los invitados decía, oe, ahí vienen los Clarks, y se resignaban a permanecer en el anonimato, opacados por nuestra ropa de marca y sonrisas Colgate. Que son las únicas cosas que importan en la adolescencia.

Angela nunca me había gustado, no por fea, sino por poco selectiva. Sus agarres anteriores (me rehuso a llamarlos novios) eran más bien tirando a feos, y eso hizo que tuviera una imagen bastante pobre sobre mi guapa vecina. Claudio sí la miraba con buenos ojos, y mi hermano, simplemente, no la miraba. Cuando decidimos colarnos en su fiesta, un poco indignados (aunque no extrañados) por no ser invitados, usamos nuestras ropas más normalitas, las que usaríamos para ir al cine, para no desentonar demasiado ya que los demás asistentes eran miembros de pandillas locales, y cobradores de combis. Si se sentían ninguneados eran capaces de pegarnos delante de todo el mundo, robarnos, meternos la mano y encima escupirnos en la boca. Así era mi barrio, y había que adaptarse.

- Ponte un polito nomás – dice mi hermano, mientras se hace la raya al medio (oh, yeah).
- Sí, maricón – corrobora Claudio – yo voy a ir con jeans y unas Nike viejas.

Llegamos a la casa de la tía de Angela cuando ya casi todos los demás se habían colado. Nunca entendimos porqué mudó la fiesta a otro barrio, si encima la casa de su tía era más fea que la suya. Su vieja me sonrió al verme pasar y me dijo hola joven, yo creí que no venía; la saludé con respeto, porque una mujer que no se ha suicidado al ver el horrible gusto de su hija merece mis respetos, y le susurré me he colado, señora, Angie no me ha invitado. Desde una esquina, la quinceañera me señalaba y sus amigas me miraban, unas con odio y otras como te miran los monos. Estuvo tentado a arrojarles una papa frita. Claudio y mi hermano triunfaron casi al minuto, y en cuanto me di cuenta estaban en un rincón, hablando con un par de chicas bañadas en Yanbal a las que bauticé como las cuellosucio. Cuando fueron (juntas, as usual) al baño, me acerqué a los cazadores conformistas, y pregunté ¿campeonamos? Y ellos asintieron.

Por primera vez en mucho tiempo me sentía mal en mi rol de aquí me colé y en tu fiesta me planté, y buscaba un alma gemela entre tanto piraña con gorra de los Bulls de Chicago. Salí a respirar y encontré a una morena de ojos grandes que parecía igual de perdida que yo. Le calculé unos diecisiete años, cincuenta y seis kilos y un peluquero fan de Sheena Easton. Volví a la fiesta y después de robar un par de vasos de cóctel de maracuya salí a buscarla.

- Hola, ¿eres amiga del novio o de la novia?
- …
- Mis amigos me llaman Clark – grillos, camión que hace retumbar el asfalto.
- Ana – me mira, estira la mano y me quita un vaso de cóctel – gracias, tenía sed.

Una paloma nos mira desde el techo y ella me cuenta que ha venido de Chiclayo, que es prima de Angela y que no se llevan bien, porque ella es una huachafa. Le digo que estudio, no, no fumo, y que a mí también me cae mal su prima, por atorrante.

- ¿Para qué vienes? entonces.
- Por joder, no había nada en la tele, y a ver si conocía a alguien interesante.
- …
- Tú, por ejemplo.
- …
- Oye, ¿quieres bailar?
- Ok.

La paloma ve como volvemos a entrar y tiramos los vasos descartables en la puerta. Mi hermano y una de las cuellosucio bailan animadamente y Claudio ha desaparecido. Suena un reggae (algo de un apache no se qué), la llevo de la mano hasta el centro del salón y cuando empiezo a moverme comprendo el motivo por el que estaba afuera, hablando con las palomas. Ana subía y bajaba las manos, como abanicándome, y sus pies mataban un ejército imaginario de hormigas. Intenté controlarla cogiéndola de la cintura, pero la fuerza centrífuga de sus espasmos me empujaron y caí sobre una de las viejas que veía a los jóvenes bailar.

La tía me empujó y me levanté como un muñeco, frente a Ana que seguía convulsionando. Ahora se movía de izquierda a derecha, derecha izquierda, con los ojos en blanco y la quijada al viento; le cogí una mano y por un momento la devolví a esta dimensión, pero después de guiñarme un ojo me dio la espalda y continuó con su particular danza de la lluvia. La vieja de Angie me miraba implorando que la controle y el resto de colones nos había dejado bailando solos. Mi hermano estaba a punto de mearse encima y Claudio, que había vuelto, se retorcía de risa en un sillón. Pegué a Ana a mi cuerpo y le sujeté la cara con las manos, ¿me vas a besar? preguntó, y, por suerte, el reggae terminó. La gente llenó el salón nuevamente y yo aproveché para salir corriendo. Doscientos metros después miré hacia atrás y Ana venía siguiéndome, me escondí en una cantina detrás de unos albañiles que cantaban algo de Guiller y la loca pasó de largo. Di un rodeo enorme para llegar a casa y Claudio y mi hermano ya estaban allí.

- ¿Qué tal con las cuellosucio? – pregunté, disimulando, mientras me servía un vaso de agua.
- Querían ir al cine y les hemos dicho que ya las llamaremos. Olían raro. ¿Y tú, qué tal con el loco calato?
- No jodas, he descubierto que puedo avergonzarme incluso en entornos hostiles y bien vestido.
- Normal, en esos casos no hay Nike, que valgan.
- No, no hay Nike que valgan. Putas chiclayanas.

2 comentarios:

Rolyn dijo...

Maguil, que sorpresa! encontrandote por aqui. Aun no he leido un post de tus pantalones a cuadros y tu polo a media manga, pegadito al cuerpo.

Saludos Brother.
Nunca cambies.

el_ficho dijo...

Existe, existe mi querida Rolyn.

http://elficho.blogspot.com/search?q=cuadros

y eres la estrella invitada. ¡No vayan! (saludos a Luca)