miércoles, octubre 01, 2008

El uno, la otra, el perrito y la calandria


Mariana llega tarde a la cita con Charo, pero no importa, porque Charo llegará mucho después. El pub es bastante oscuro y a los dueños no se les ha ocurrido mejor idea para atraer jóvenes que poner videoclips en todas las pantallas. Frente a su mesa, Mariana puede ver cómo el negrito de 2Unlimited se mueve siempre igual, sin importar qué canción sea la que suene, menos mal que no se escucha nada, piensa. Algo vibra en su bolso y comprueba, una vez más, que es un mensaje de Pedro. Opciones de mensaje, borrar, confirmar, sí. Se conocieron en un despacho de abogados, una tarde en que ella hacía unas gestiones para papá, y él, estudiante en prácticas, quedó estúpido para siempre con su voluptuosidad. Obviamente las gestiones fueron realizadas con esmerada prontitud, tanta, que papá dijo algo así como tú te vas a encargar de esto Marianita, y cada mes tendrás 300 dólares más en tu cuenta. Era un buen trato, sólo había que llevar unos papeles dos veces al mes al despacho ese, donde encima, la atendían como si fuera la hija de Vladimiro Montesinos.

Pedro la esperaba cada quince días con sus documentos sellados, oleados y sacramentados, y le invitaba un café que ella rechazaba siempre. Mariana se limitaba a sonreirle como se sonríe a los súbditos y cuando el pobre leguleyo le confesó su más profunda admiración, ella se limitó a agradecer el detalle, qué lindo eres, Pedrito, pero esos chocolates se los das a tu tía mejor. Otro mensaje. Borrar, sí, cánsate, cholo. La puerta del pub se abre y Charo ve como Mariana guarda el teléfono con rabia dentro de su bolso de piel marrón. ¿Me ibas a llamar? pregunta, si sabes que siempre llego tarde. Mariana le dice que no, que sólo estaba borrando un mensaje, de ese que te conté, el tío que quiere acostarse conmigo, porque no creo que quiera otra cosa, le he dicho que estoy feliz con el Mongo, pero él insiste, dice que se conforma con ser el otro.

- Yo me lo tiraba – afirma Charo, innecesariamente – la vida es una, y tú misma dices que el Mongo no es muy bueno en la cama.
- ¿Cuándo te he dicho eso, oye?
- A mí no, a otra, pero todo se sabe, honey. Tírate al becario ese y se acabó.

Mariana pide un té inglés, y un muffin, Charo pide milkshake (y escupe un poco cuando pronuncia shake).El camarero mira sin pudor el escote de Charo, que a pesar del frío ha dejado al viento gran parte de su anatomía. Ella le devuelve la mirada y él se va, creyendo equivocadamente que tiene una mínima oportunidad, no le des alas, al pobre, eres una mierda, oye. El muffin está caliente y Mariana no pierde tiempo en morder un buen trozo, Charo se aburre, pero no se resigna a perder un tema jugoso.

- Y el Pedro ese, ¿está bueno?
- No está mal – muffin, té, muffin – pero es un poco cursi. Me regala cosas, es todo piropos, y es lo mejorcito de ese despacho lleno de viejos.
- ¿Entonces – sorbo al milkshake, limpiar labios con la lengua - cuál es problema?
- El Mongo, si él no existiera, sería otro cantar.

Suena el teléfono. ¿Es él? Mariana asiente con la cabeza, y Charo: pásamelo, pásamelo. Mariana dice hola, justamente estaba pensando en ti. Charo se tapa la boca y ahoga unas carcajadas, Mariana le hace shhtt, con un dedo sobre los labios, trabajando mucho, dice, no tengo tiempo para nada. Charo roba un trozo de muffin, poco, porque no quedaba más en el platito que su camarero enamorado ha dejado sobre la mesa, dile que venga, susurra, y Mariana la mata con los ojos. No sé, no creo que pueda, tengo las tardes a full, ya te llamo yo. Cuelga y se siente mal, por qué no le digo de una vez que nunca voy a salir con él, piensa en voz alta, hacerlo sería como decir, mira, aquí estoy, con las piernas abiertas ¿no? Charo se compadece y le dice no seas cojuda, no creo que piense eso, igual sólo quiere ser tu amigo. Pero Mariana sabe que no, que ha estado muy cerca del dulce abismo y de allí no se vuelve a la amistad, que si sigue adelante traicionará al Mongo, que pensándolo bien se lo merece porque hace meses que ni la toca. Fácil que quiere ir al cine, o a tomar un par de chelas; un chape nomás, y ya, sigue Charo, ignorando, como siempre, que es ignorada. Me voy flaca, dice Mariana y sale del pub sin más.

Saca el teléfono que le regaló el Gitano (¿qué sera de su vida?) y llama al Mongo, ¿Dónde estás, qué estás haciendo? Él le dice que en casa, estudiando para el examen que te conté. Ella le desea suerte y le pide que baje a su casa, aunque sea un rato, y pedimos una pizza o algo. Él no promete nada, ya te llamo, le dice y cuelga. A su lado, la niña lo mira a los ojos, y le pregunta que quién era, Mariana, le dice, pero no importa ahora, y la deja que vuelva a trepar sobre su pecho y que lo bañe con sus cabellos sueltos con olor a shampoo Ammen, ¿la quieres? pregunta ella, con toda el alma, bésame chibola, contesta él, y apaga el teléfono.

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