lunes, octubre 06, 2008

Estargüars


Sol y mi hermana yacían en el sofá, después de haber estado bailando salsa toda la noche. Yo, homo sapiens, había preferido quedarme en casa la noche anterior, leyendo, durmiendo y soñando (no siempre en ese orden) después de observar asombrado como Messi y los suyos le habían metido seis al Aleti, dejando a mi tío el ingeniero (hincha del Kun) al borde del llanto.

Mi plan para el domingo era de pequeño burgués: levantarme tarde, comprar El País para ver si allí contaban algo del último accidente de Bayly (no, ni siquiera en el crucigrama), comer a eso de las 2 y salir a pasear por el centro ahora que no hace ni frío ni calor. Quería ver la exposición de Star Wars (o Estargüars, que es como se pronuncia en España) de la planta nueve de El Corte Inglés, y después bajar por Huertas hasta el museo CosmoCaixa para meterme en la historia de los Etruscos, que me había recomendado mi viejo. Sol, desde su rincón, alargaba una mano y se llevaba el vaso de té a la boca, mientras mi hermana me rogaba que le acercara los croissants. Ya no estoy para estos trotes, decía la pobre, siempre envuelta en una manta apestosa que rescatamos del trastero cuando supimos que se quedaba a dormir, las que apestan abrigan más, le mentí.

Compartí mi periódico con las damnificadas de la noche salsera, y después de comprobar que no había nada en la tele y que mi DVD se había jodido por enésima vez (lo devolveré, esta misma semana) anuncié que cocinaría algo en el Wok y me puse a picar verduras. Ellas, palomas agonizantes, aprobaron con un gesto mi iniciativa, y prometieron ayudarme con un siempre dudoso ahorita vamos, tú ve picando la zanahoria.
Después de comer, y del postre, me dispuse a salir a mi encuentro con una galaxia muy, muy lejana. Mi primito había estado el día anterior y por su entusiasmo supe que no me podía perder tamaño acontecimiento. Sol se animó un poco, quiero hacer algo, fueron sus palabras, y salimos hacia la Puerta del Sol, mi hermana volvió a su casa, y según mamá, entró en coma profundo apenas llegó, sin levantarse siquiera para atender las llamadas del Misterioso, que insistía cada veinte minutos.

Me recibió Yoda al salir del ascensor, y vi la mejor colección de figuritas de Star Wars de España. El dueño era un tal Luismi, que para mi suerte estaba allí con una amiga (que se lo quería follar, amos, eso se nota) explicándole todo el tinglado.

- Mira, éste es el soldado imperial que más me mola.
- ¿Cuál, Luismi de mi corazón, cual?
- Éste, - señalando sobre la cabeza del muñeco, a través del cristal de la urna -el verde.
- Ahhh, qué guay.
- Es un prototipo, ni se ha fabricado ni se fabricará, pero yo lo tengo por ser yo.
- Enséñame tu sable láser, Luismi, y llévame al lado oscuro.

Sol desfallecía entre R2D2 y Jabba y me compadecí de la mujer que, contra todo pronóstico, lleva conmigo más de tres años. Vámonos si quieres, le dije, además, si me quedo me voy a gastar todo mi sueldo en estas mariconadas. Bajamos los nueve pisos en el ascensor más veloz de Madrid, y subimos hasta la Plaza Santa Ana, con la intención de tomar un chocolate caliente en La Croissanterie, como hacíamos al principio de los tiempos. Estaba cerrada, y subimos derrotados hasta Tirso de Molina para volver a casa en metro y dejando a los Etruscos para mejor ocasión. De camino me imaginaba lo divertido que hubiera sido poder robar el traje de Darth Vader de la exposición, montar en la línea 1 en dirección a Vallecas y asustar a todo el mundo. Los niños hubieran alucinado y sus padres se hubieran hecho mil fotos conmigo: unos siendo ahorcados, otros fingiendo peleas con sables láser, otros abrazados, en plan futbolista.

Ya en casa Sol preparó algo de chocolate y esa fue nuestra cena. Vimos un capitulo de House y nos fuimos a la cama. Segundos después, ella dormía y por un segundo (no más) me puse en su lugar imaginando lo que siente cuando yo hago lo mismo, casi todas las noches, y no le doy opción a contarme las mil y una tonterías que tiene en la cabeza. Le hablé mientras dormía y le confesé que quería robar un C-3PO, que compraré un traje de Darth Vader, no, mejor de soldado imperial, y que ella, siempre, será mi única princesa Leia, y viviremos en Tatooine.

No hay comentarios: