jueves, octubre 02, 2008

La calientavohues


Willy siempre se tocaba la nariz, no sé si porque dudaba de su limpieza, o si era verdad lo que decía Tomy: que era un efecto secundario de su afición a la cocaína. Llegaba a la oficina a eso de las 9, pero su andar desenfadado y su infalible sonrisa hacían que tanto la dueña de la editorial, como su marido, le dieran una palmadita en la espalda como único castigo. Lourdes estaba enamorada de él, desde siempre, pero él decía que no pasaba nada, que eran amigos, y siempre se les veía pasear por Lince, tomando juguito de papaya o comiendo salchipapas. O sea, amor misio, pero pagado por él, always. Tomy y yo lo llevábamos por el buen camino y lo animábamos a seducir a Lourdes, que tiene cara de vieja, sí, pero es lo que tienes a mano, huevas, apúrate porque el Fernando cualquier día te atrasa. Willy, no sé si caballeroso o huevón de campeonato, prometía siempre que, este sábado sí, sin falta, se llevaría al catre a la carevieja, después de sus habituales bailes en una discoteca de la avenida Arequipa.Pero no le hacía ni cosquillas.
Cuando Willy se compró su primer carrito, un Ford, hicimos que nos llevara a Kahuna’s. eran otros tiempos y entonces la discoteca era frecuentada por gente bonita y nosotros no podíamos ser la excepción. El pobre aceptó encantado y prometió que Lourdes vendría, y entonces sí, cuñao, me la hago como sea. El “como sea” me asustó un poco, la verdad, pero me apunté a la juerga esperanzado de encontrar algún famoso entre la gente, a la dalina chiquita bailando en bikini, por ejemplo, o en el peor de los casos a Maricielo Effio con un pareo ceñido a la cintura. Como sea, cuñao, como sea, seguía diciendo Willy mientras se alejaba por la avenida Salaverry, y Tomy y yo esperábamos la combi asesina que nos llevaba de vuelta al Callao.

Esperamos a Willy en la avenida Brasil, pensando en bajar luego por el zanjón hasta la Panamericana Sur. Ya me veía yo bailando entre la farándula y me imaginaba mi caramelo impreso a todo color en la sección “Gente” de El Comercio o Caretas. Cuando el Ford verde llegó a la esquina lo primero que saltó a la luz fue que Lourdes no estaba, tenía cólico, la excusó Willy, mientras se tocaba la nariz. Subimos y el ruido de Rick Astley nos envolvió.
Never gonna give you up
Never gonna let you down
Never gonna run around and desert you
- No importa huevón, - consoló Tomy, amplio conocedor del sector de los plantones – hay un huevo de hembritas en las discotecas del sur.
- ¿Qué? –luz verde, primera, acelerador – me llega al pincho, chato. Manya tengo un Fiorucci nuevo.
- Qué ficho.
- Cool – certifico, por decir algo.

Salimos del zanjón y estamos ya en la Panamericana. La oscuridad nos deja ver sólo las luces lejanas de alguna de las miles de barriadas que hay fuera de Lima, pueblos jóvenes con gente que ha venido del interior y se ha establecido en sitios sin agua ni luz, esperando que algún día el gobierno se compadezca y le de a su invasión el status de asentamiento humano. Willy cambia el casette y pone uno de Cindy Lauper, ¿eso es para maricones, no? pregunto, desparramado en el asiento trasero mientras Tomy juega con el volumen de la radio, que debe ser de 1984.
Así nos sorprendió la explosión del neumático, cagados de risa, y soñando con bañarnos en espuma en el sur de Lima.
Bajamos a ver el daño, pero la oscuridad nos impedía ver si era un hueco pequeño, grande, o habíamos atropellado un puerco espín. Descubrimos, sin mucha admiración, que el vendedor no había incluido gato, y tuvimos que levantar el chasis usando nuestras propias manos, mientras Willy cambiaba la llanta. Apúrate oe, gritábamos, pero nuestros gritos se ahogaban con el ruido de los coches que volaban buscando fiesta.

Media hora después retomábamos el viaje, pero ya sin esperanzas de llegar a Kahuna’s. Desestimé la idea de bailar al lado de Leslie Stewart y propuse parar en la primera discoteca que encontráramos. Nos recibió Thalía:

Eres piel morena
Canto de pasión y arena


- ¿Cuándo te la dio? – preguntó Tomy al ver una foto de Lourdes, que Willy sacó del bolsillo
- Anoche, se va de la empresa y me ha dicho que con eso la recordaré.

Llegó nuestra jarra de sangría y Willy metió dentro la foto de la carevieja, pa’ darle más sabor, dijo. Después del segundo trago, como los gusanos del mezcal, dejamos que Lourdes siguiera dentro del trago y seguimos bebiendo con la misma alegría de siempre. Te queda poco tiempo, brother, si no te la haces ahora, se te escapa de las manos. Mi amigo parecía ya saberlo, pero no le importó, bebió un poco más de sangría con Lourdes y se limitó a decir ojalá no reventemos otra llanta porque volvemos a Lima con la de respuesto, pirañas.
Un par de horas después, y en vista de la poca calidad del ganado zafamos culo, subimos al Ford y bostezando, a más de cien, contamos las luces para volver.

Bajé en Lince y me subí a un taxi, antes de que el Ford (o Willy) explotara. El taxista me preguntó que qué tal la noche, a mi amigo lo han shoteado, dije, una calientavohues, y está hecho mierda. El morenaje, gran pensador, movió su espejo retrovisor y me enfocó con él como si fuera una cámara de cine, tras unos segundos de silencio me dijo, un clavo saca otro clavo, chino, dile a tu pata que por un culito no se llora, y menos por el de una estrecha. Subíamos por la plaza Bolognesi cuando compartí ese axioma con Willy, por SMS.

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