viernes, octubre 10, 2008

Echando chispas


Tengo diez minutos para escribir, me arden los ojos, me duele el estómago y Verónica no contesta a ninguno de mis llamados selváticos, poco a poco pierdo la esperanza (¿y las ganas?) de volver a verla. Mis botines nuevos me están reventando los empeines, y cuando me quejo, Sol pregunta dónde están los empeines. En unos foros de internet recomiendan echar nivea en la parte jodida del zapato, otros dicen que metiendo una bola húmeda de papel periódico se soluciona, y la receta más original dice que meta los zapatos a congelar durante una semana y con eso se dice adiós al problema. Me imagino entonces despertando cada mañana, con los ojos sellados por las legañas y llegando a gatas a la cocina, abriendo la puerta de la nevera y buscando a tientas la leche y el té helado; seguro que con mi suerte me meto un tacón en la boca y lo mastico, creyendo que es el queso edam que se ha puesto duro.

He salido a comer solo, necesitaba espacio y olvidarme un poco de esta semana de mierda en la que por poco le cruzo la cara a mi jefe. Llegué a duras penas al centro comercial porque no quería coincidir con nadie en el restaurante que hay al lado de la oficina y al meterme en cualquier sitio, el que sea, a comer, me encuentro con Teresa, que me cuenta su acojone motivado por la proximidad de su jefa, que termina su baja por maternidad la próxima semana. Me quiero ir, repite, todos dicen que es una hija de puta y me da miedo. No estoy de humor para consolar a nadie, es una puta, confirmo, de las peores que he visto en mi vida, ya te veo llorando por los pasillos como hacía Ely, prepárate para lo peor. Me mira asustada, aterrorizada, y me siento Johan, el protagonista del manga Monster. Me he pasado un poco con la crueldad y mi sentido de culpa hace que se me caiga un poco de kebab sobre el pantalón de lanilla gris, mierda, grito, soy un desastre comiendo con las manos, me he civilizado demasiado.

Vuelvo a mi sitio de trabajo y el sol me da en toda la cara. Siempre es igual a esta hora de la tarde, pero me distraigo buscando un rincón en Internet en el que refugiarme. Leo el blog de Tatiana, pero lo actualiza cada semana, y la única novedad es que no ha entendido mi comentario en su post sobre los granos y el acné. Escribí RBC, pero es jerga inventada en un barrio del Callao, normal que no la entienda. RBC, guapísima Tatiana, significa en mi barrio Reviéntate los Barros Conchetumare, ya sé que es extremadamente vulgar, pero es precisamente allí donde radica el secretismo de la jerga (si mi vieja lee esto se horroriza). Obviamente no iba dirigido a ti, iba para un amigo limeño fan de tu blog, cuya cara parece una sopa de trigo.

Se acerca la reunión de balance semestral. En esto coincido con muchos: se podría enviar el informe por correo y el que le interese (no es mi caso) que lo lea. María me ve parado en la puerta de la oficina y pregunta qué me pasa, I’m down, respondo, y ella dice que no debería (¿qué te importa, oye, pienso?), que soy joven, vigoroso, que trabajo en una multinacional, que tengo un coche, una casa, una novia guapísima e inteligente, que soy culto y muchas cosas más que no recuerdo porque en lo de culto desconecté. Rubén, que también estaba a mi lado, flipó (minutos después me dijo, ésta quiere follarte). Agradecí a María sus pastillas para la moral, y le pregunté si los seres afortunados no tenían derecho a tener un día malo, claro, que sí, respondió, y dos si me apuras. Pues hoy es el mio, me ha tocado.

Anoche Sol me preguntaba que qué quería cenar. Le dije que nada, estoy desanimado. Metí un par de chuletas al horno y le pedí que me dejara escoger la película de esta noche. Accedió y le propuse tres: Cujo, Death Proof y 39 Steps. Al final el DVD de la peli de Tarantino entró al reproductor y ver a Kurt Rusell masacrado me devolvió la sonrisa y soñé que Rosario Dawson le partía la cabeza al director general. Hoy, lo único que podría empeorar mi día sería que la cabrona de Maite me preguntara otra vez por Vero, ¿no sabes nada de ella desde que se casó? Qué raro ¿no? Respondería, una vez más, que no, que no sé nada, pero no le contaría que no responde mis e-mails, ni que parece que fue hace siglos que me confesó que me recordaba al escuchar una canción de Fito y Fitipaldis, que por cierto, no sé cuál es, porque todas me parecen la misma. Life’s shit.

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