jueves, julio 10, 2008

Baja en la esquina, cáusula


Mediodía de un verano pobre, en el Callao. Estoy cansado ya de comprobar lo idiotas que son los profesores de mi universidad, a excepción de Zúñiga, pero es un freak, y no me conviene que la gentita cool me vea mucho hablando con él. Se parece a Vegeta. Y yo parezco un descarte del casting de Menudo.
Gracias a alguien existe Wilson, una avenida de Lima como tantas otras: sucia, caótica, desvencijada y apestosa. Pero en sus galerías y tiendas a pie de calle puedo encontrar ediciones piratas de casi cualquier libro. Compro algo de Borges, García Márquez, Nietzche, Vargas Llosa y Wilde. Subo a la combi horrible en la ciudad horrible para volver a casa y el gordito en bividí que está sentado a mi lado me mira de reojo, parece tener mucha curiosidad por lo que llevo en mi bolsa. Hay mil historias de robos en la ciudad. Me imagino entonces que el ceboso compañero de viaje que me ha tocado tiene un compinche en el próximo semáforo, que en algún momento me quitará la bolsa y la arrojará por la ventana, y mientras alguna mano anónima agarra el paquete al vuelo, él, ratero de mierda donde los haya, caminará tranquilo en sentido contrario al tráfico, sabiendo que aquí, en este barrio, aunque ya lo vieron nadie ha visto nada. Abro la bolsa y saco el libro de Wilde, leo la primera página y dejo la bolsa abierta para que el gordito vea el interior. No falla, baja en la esquina, varón, grita, y al bajar me mira como si yo, lector, fuera un bicho raro.

Intento leer en un parque, pero es muy difícil. En un banco hay una pareja a la que sólo le falta meterse el dedo each other. Ella, on top, le dice que no a las cosas que él, fingering que te fingering, le está proponiendo, ya pues, flaca, logro escuchar, no va a pasar nada. Bajo un árbol hay dos treintañeros que beben un líquido color del vino, pero que por el envase plástico en el que viene no puede tener mucha calidad. Discuten a viva voz sobre si el gobierno debería dar trabajo a todo el mundo, bien pagado eso sí comparito, que si no, haciendo cachuelos gano más. El otro borrachín, algo más cuerdo pero con la bragueta del pantalón abierta, dice que él tenía trabajo, pero lo explotaban y pa’ cojudos los bomberos, cuñao. Intento seguir leyendo, y pongo imaginariamente un CD de chill out en mi mente, pero la música se cambia por ruido cuando unos pirañas mal vestidos y pezuñentos llegan con una radio de 1980 y ponen, a todo volumen, un disco de Ice MC. Suena “It’s a Rainy Day" y me largo maldiciendo a la gente, al Callao, al gobierno, al vino barato y al cielo de Lima que nunca está rainy.

Recuerdo entonces escenas de películas viejas en que la gente va a una cafetería y abre un libro, mientras los demás se pierden en animadas conversaciones. Busco en mi mente algún lugar cercano para hacer algo parecido pero no puedo encontrarlo. Me esfuerzo, sudo, busca por dentro amor, que hay una fuente inagotable de agua fresca, me digo, y me viene la imagen de un bar pequeño, con mesitas de madera, cerca a un colegio de monjas. Después de dar varias vueltas doblando esquinas meadas y esquivando partidos callejeros de fútbol y vóley llego al lugar, que me parece el refugio perfecto. Me siento y abro el libro que sujeto con una mano para espantarme las moscas con la otra. Entra el ruido de la calle, pero me concentro al máximo (chill out, chill out) y retomo la dinámica de la lectura hasta que una voz chillona y mascachicle me pregunta si voy a pedir algo. Una Inca Kola nomás, digo para quitármela de encima. Pero la voz contraataca: Medio litro, ¿no?. Le digo que sí con la cabeza y con los ojos la mando a la mierda. Bebo, leo, leo, bebo, pienso, me evado, leo, se cuelan los ruidos, me concentro, leo, bebo, mosca de mierda, me concentro, chill out, chill out, leo, el volumen de la tele, me concentro, leo, se acaba la Inca Kola, leo, la voz de mierda otra vez, y seguro que es el mismo chicle. ¿Vas a querer algo más? Me suelta y quiero decirle no me tutees mamita, pero le digo no, nada más, y ella si no consumes no te puedes sentar, cáusula, porque hoy día hay partido. Veo que la gente a empezado a llegar y se sientan donde sea, hay un grupo de amigos que acechan como cóndores sobre una llama a que la limpiamesas me largue de una vez. No hace falta me voy solito, de mejores sitios me han botado. By the way: ¿cáusula?

Ay Zavalita ¿Cuándo se jodió el Perú? Con lo bonito que era en la época de los virreyes. Que mierda de ciudad es ésta donde no hay lugar para un cultureta como moi que busca un rincón de tranquilidad nomás, ni siquiera cerca del cielo como Pedro Infante, no, no, no, sólo un sitio pequeñito pa’ leer a pierna suelta sin que el ruido, la desidia, la amargura me encuentren. ¿Por qué no hay dos metritos cuadrados de paz en estos lares tan queridos donde mi amor puro y santo te ofrecí?
Vuelvo a casa y me encierro en mi cuarto. Me tiro en la cama y busco unos tapones para los oidos. Antes de abrir otra vez el libro veo el reloj y me imagino a mis hermanos ya dormidos en Madrid, mientras que en Lima todavía no ha muerto la tarde. Leo, silencio, leo, mis hermanos durmiendo, leo, leo, cafés europeos, leo, leo, sonrisas francesas e italianas, leo, leo, balcones para recitar a Shakespeare, leo, leo. Me tengo que largar de esta ciudad, así tendré al menos la esperanza de leer sin tener que aislarme de la sociedad. ¿Cuánto cuesta un pasaje pa’ otra vida, casera?

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