lunes, julio 21, 2008

¿Dónde se duermen tus ojos chinitos?


La China y yo quedamos en vernos, como mil veces antes, sabiendo que no lo haremos. Esta vez, como pasa siempre que la llamo, está apagado su teléfono, entonces voy a la cocina, me sirvo un trago y de reojo veo la pila de platos sucios de la cena anterior, dejo la copa en la mesa y me pongo a limpiar mi propio estropicio. Cuando termino, recojo la copa y me tiro en el sofá a escuchar un disco de Ismael Serrano. Cierro los ojos y me olvido de volver a llamarla, y así pasará otro mes. Otra forma de intento de cita se me presenta cada jueves, siempre, a la hora de comer. Es el día que he elegido para meterme algo caliente entre pecho y espalda y dejar el tupper en casa. Camino entonces rumbo al centro comercial, a la mesa que antes compartía y pido medio menú, a modo de pequeño homenaje. Marco el número de la China, timbra dos veces y, al fin, contesta: Hola, a los años. Ella jura que siempre que me llama mi teléfono está apagado, no le creo, primero porque se ha robado mi excusa y segundo porque cuando me dijo eso la última vez activé el servicio de aviso de llamadas perdidas y ahora, cada vez que reinicio mi Sharp McLaren me aparecen mensajitos en pantalla del tipo “llamada perdida de fulano de tal, a eso de las 6”. Así que cuando me aconseja, entre risitas, que no apague el teléfono, quiero mandarla al carajo, pero me callo y pienso que mejor ir con ella que ir al cine solo. ¿Cuándo quedamos China?

Dice que los fines de semana está libre, que ha cambiado de trabajo, y bla bla bla. A medida que avanza la conversación recuerdo porqué no la llamo tan seguido y miento al decirle que ya la llamaré para confirmar dia y hora. Cuelgo. La camarera dice de postre tenemos flan, natilla, fruta y helado. Pregunto si tienen, además, por una de esas casualidades de la vida, arroz con leche o pudin. Se va sonriendo y dos minutos después me trae una copa de arroz con leche helado, que como con el mayor de los miedos porque la canela se me hace demasiado similar al rastro que dejan las polillas al comerse la madera. Pago y me largo. Bajo hasta una tienda de ropa y me pruebo un par de pantalones, robo unas gafas de sol que no usaré jamás y vuelvo al trabajo. Me meto en Internet y descubro un ciclo de cine en el Círculo de Bellas Artes. Veré “Let It Be”.

Al día siguiente me encuentro con María y le cuento mi aventura cinematográfica, ella me pide que la próxima vez que vaya al cine, le avise, que fijo que me acompaña. Esa misma noche se lo cuento a Sol, que me aconseja que salga más, que llame a mis amigos, que busque a Verónica que no sé nada de ella desde hace mucho. Le hago caso, pero Vero está en la frontera con Francia, hablamos un rato y de fondo escucho gritos que me desconcentran. Llamo entonces a María y le digo que pienso ir a ver Hancock, ella confiesa su ardor por Will Smith y, sin saberlo, nos apuntamos a ver la peor película de superhéroes en mucho tiempo. Salimos del cine y caminamos por Malasaña hasta llegar a un bar de la Plaza del Dos de Mayo. Tomamos un par de copas y nos conocemos mejor. No está mal esto de quedar con gente, quizá Sol tenga razón y debo dejar de ser tan selectivo. Se hace tarde y le digo a mi acompañante que bua, que sueño, yo creo que me voy; ella dice que caminará un poco, y luego pillará un taxi. Me meto al Metro y llego a casa con el tiempo justo para caer rendido en un sueño profundo y reparador, no sin antes terminar de leer el "Adolf" de Osamu Tezuka, que me ha cautivado de principio a fin.

Al día siguiente le cuento a Sol mis aventuras y le prometo seguir intentando, como con el rasca de la lotería, hasta volver a encontrar alguien con quien me lo pase bien. Pongo la tele, y cuando enciendo el teléfono me aparecen cuatro mensajitos, todos iguales, que ponían algo así como “Llamada perdida de la China, un huevo de veces, anoche”. Suspiro aliviado, y pienso que la próxima vez, en unos cuantos meses, cuando vuelva a hablar con ella, le creeré cuando diga te he llamado, pero tu teléfono estaba apagado. Meto en el reproductor un DVD de Los Soprano y me olvido del mundo durante lo que queda de domingo.

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