miércoles, julio 02, 2008

Morena, si voy con lo que te doy


Bea y yo coincidimos en la cocina, a la hora de comer. Hoy no estoy muy hablador, ayer comprobé que mi sueldo era de los más bajos (no el más bajo, pero todo llegará) y eso me había desmoralizado un poco. Ella me habla de la marcha del orgullo gay, que se celebrará en Madrid una semana después que en todo el mundo. Me cuenta que ya está aburrida de los tíos, son mu cansinos, sentencia, y yo le digo que no niego la evidencia, pero que las chicas son peores porque al menos a nosotros se nos ve venir, pero a ellas no hay quién las entienda, hoy te quiero, hoy ya no, hoy quiero verte, hoy ya no, hoy te iba a llamar, hoy ya no, a veces te mataría otras en cambio te quiero comer. Ella se parte y dice que soy un cabrón, pero que es verdad lo que digo, los tíos son muy jodidos, por eso yo tuve mi hijo sola.

Me quedo mudo un segundo, y pregunto que cómo hizo, si eso es físicamente imposible ¿te inseminaste como las vacas? digo, si soltar mi coca cola. Se parte de risa, y me dice que no, que se la metió un moro (susurra al decir moro) con el que salía desde hace dos años, que él quiso formar una familia y demás pero ella le dijo que nones, que deja tu semillita y pírate, que me estás estresando. ¿Y por eso dices que los tíos somos raros? Pregunté, ¿sólo por que un tío te pedía sexo todo el rato? Ella bebió su cocacola de un trago y confesó, entre amarga y resignada, no hijo, no he tenido esa suerte.

¿Seré el único en el mundo que siempre está dispuesto? Es una pena que me esté desperdiciando, imaginemos que mi abuelo tenía razón cuando decía eso de que las erecciones eran como las balas, que había que aprovecharlas todas en el enemigo, porque llega un momento en que te quedas sin ellas. Acojona.

Me puse en plan entrevistador y le pregunté, divertido, si ya que estaba harta de la carne, se pasaría al pescado. Para mi poca sorpresa contestó que sí, que a veces se caga de miedo, pero que se lo ha planteado ya. Le dije, stop, piénsalo bien que de allí no se vuelve. Y ella, pendeja, me preguntó ¿y tú cómo sabes?. Entonces le conté la historia de mi amiga Lucía, una veinteañera ricotona que se folló a media universidad (desgraciadamente, no estuve en su lista), y un día decidió que le iba a dar bola a una lesbiana que la seguía a todos lados. Se acostaron una noche de copas una noche loca, y, según ella, descubrió un mundo de placeres nunca imaginado, como con los helados Magnum. Intenté recuperarla por el buen camino, le conté, pero increíblemente ella resistió mis encantos y siguió siendo lesbiana, me queda al menos la esperanza de que decida ser bisexual y me incluya en su task list.
Bea me miró fíjamente y me dijo, pues lo voy a intentar, dejando mudos a quienes seguían como meros espectadores, contertulios, panelistas, o simples mirones, nuestra tan animada conversación. ¿Irás a la marcha del orgullo gay, entonces? podrías disfrazarte de Minnie y buscar alguna patita Daisy con la que jugar al mundo Disney. Se partió el pecho y me dijo que tenía mucha imaginación, pero que si iba iría de paisano. No, no, imagínate que los de Telemadrid te graban, mejor disfrázate, aconsejé, y ella me miró como diciendo tú sabes más de lo que dices, mamón.

¿Y tú, no estás aburrido de las tías? Me preguntó, y yo le respondí sinceramente que no, que aunque algunas se vuelven aburridas con el paso del tiempo siempre hay algo nuevo que descubrir en ellas, y que cuando se quitan los complejos y las estupideces que les han metido en la cabeza desde niñas, puedes llegar a vivir con ellas experiencias alucinantes. ¿Ya ves? Me tengo que volver tortillera, ya lo he decidido, es que yo las veo tan felices tío, que digo quiero eso pa’ mi. Me permito discrepar y le digo que quizá se las vea más felices porque las mujeren son más aparentes, cuando un tío está aburrido se le ve a la legua, en cambio las tías siempre estarán más en plan “¿quieres más vino, cariño?” cuando en realidad están pensando en llegar a casa y ver qué devolverán de todo lo que han comprado en las rebajas.¿No es cierto, Rocío? Digo, intentando que uno de los mirones intervenga en la conversación; ella, atragantándose con un pepino, dice con su vocecilla de ardilla No sé, de qué estabais hablando, sin dejar de mirar su tupper. Ahora nos reímos los dos, sin disimular la crueldad.

Salimos de la cocina, después que Bea le diga a Rubén (en su cara pelada, por eso la odia) que su comida huele a pedo. De camino a nuestros puestos de trabajo, me dice que irá a la marcha y que si ve una que le guste le dirá: morena, si voy con lo que te doy. Pero eso sí, promete, no dejaré la carne, y como mucho me haré bisexual. Anda y que te den, le digo. Ojalá, dice ella, ojalá.

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