lunes, septiembre 15, 2008

El amigo que encontré


Desde niño he sido calificado como raro, tanto, que no tenía amigos imaginarios. Todos los demás los tenían. Pepe tenía uno que era mitad transformer mitad zorro (Foxwave), los mellizos jugaban con alguien llamado Bobo, y mis primas con algo que mis tías decían que era el alma de una mujer andina, afincada en una de sus muñecas rubias y que sólo bebía té Hornimans. Creo que el fantasma se llamaba Martita, alias gringa chola. Yo prefería ver estos fenómenos paranormales desde la tribuna, y engañaba a Pepito diciéndole que Foxwave había venido a verme la tarde anterior, para contarme que él dormía con un pijama de Hello Kitty. Mi amigo, horrorizado, no sabía si creerme o no, y siempre se iba a casa casi convencido de que el producto de su imaginación era un traidor con pistolas láser.

Con el paso de los años, quise crearme un amigo imaginario, y decidí que sería más raro que el de Pepe, y por supuesto, menos lenguaraz. La primera figura fue Kato, el fiel escudero del avispón verde. Papá decía que una vez vio a un chino, en los bares del Callao, pelear como él, y me inivitaba a aprender alguna forma de arte marcial. Entonces Kato venía a mi casa mientras él estaba en el trabajo y me enseñaba a dar patadas voladoras. Tres dientes menos en mi hermano, medio juego de platos roto, y una luxación en el tobillo después hicieron que despidiera a Kato, que desapareció volando en un dragón de color amarillo.
Viéndome deprimido, mamá me regaló un libro, el primero de muchos. Y con cada aventura sentía que el personaje principal era una especie de escolta que iba conmigo a todos lados.

Así, durante años, a mi lado estaban siempre (uno a la vez) personajes tan dispares como Huckleberry Finn, Aureliano Buendía, Luke Skywalker, Gregorio Samsa, Jesucristo, Dorian Gray, Mephistófeles, Optimus Prime, Lex Luthor, y hasta Michael Knight, pero éste llegó a través de mi televisor de 14 pulgadas y fue desterrado rápidamente cuando supe que su Pontiac Trans Am no hablaba en realidad. Los personajes de los libros me fascinaban por haber vivido cosas impresionantes, inalcanzables para el común de los mortales. Por eso, creo, que el último de ellos (Joaquín Camino) me resultó un marciano literario por ser tan terrenal, burdo y mediocre, humanizado al punto de que casi (si no en su totalidad) llegaba a ser el alter ego de su creador: Jaime Bayly. Entonces lo convertí en mi nuevo amigo imaginario, pero a éste no le hablaba, era una relación unidireccional: él escribe, yo leo.

Lo conocí en Madrid, por casualidad, cuando tomaba un café (esa es otra historia) con Luis Fonsi en un céntrico hotel. Una de las chicas que estaba con nosotros dijo mira, es Jaime Bayly, señalando al mostrador de recepción. Yo llevaba un libro suyo en la mochila: “La Noche es Virgen”, y otro que le acababa de comprar a mamá: “Los amigos que perdí”. Me acerqué a Jaime y le pedí que me los firmara, cosa que amablemente hizo. Se despidió con la mayor cordialidad y me dijo que había quedado a comer con Mario, y, como cualquier peruano, no tuve que preguntar a qué Mario se refería. Volví a mi mesa y Luis Fonsi me preguntó si ese era el mismo Bayly que tenía un programa de televisión en Miami, sí, creo, que sí, respondí, y seguimos hablando de su falso idilio con Olga Tañón. Mi café se había enfriado.

Los años pasaron y de vez en cuando me preocupaba por averiguar qué estaba haciendo mi amigo imaginario en esos momentos. Vi que presentó un monólogo en Argentina, que escribía la misma columna para varios periódicos, que tenía un programa en la televisión peruana (odiado por los presidentes) y que vivía a caballo entre Lima y Miami. Fue desde allí que me llegaron sus últimas noticias: un amago de censura por parte del dueño del canal de televisión en el que trabaja, después de que Jaime se quejara en el aire repetidas veces por el frío glacial que hacía en el set donde grababan el programa. Recordé entonces las mini batallas que libro con mis compañeros de oficina por regular el aire acondicionado, y vino a mi mente la vez en que Rafa envió un e-mail a la jefa de recursos humanos y asuntos varios que está de baja por maternidad, indignado por el uso indebido del aire acondicionado y ganándose (más) la antipatía generalizada. Bayly, en cambio, recibió muestras de apoyo de algunos sectores de la prensa (excepto la peruana, of course), logró que la gerencia de MegaTV se retractara y sigue grabando el programa en Miami, en el que pasa la mayor parte del tiempo burlándose de Fidel y de su amigo Chávez.

Me gusta este amigo imaginario, no sabe secretos míos, así que no los contará como hizo Foxwave, y si quiero saber qué le pasa en esos momentos por la cabeza sólo tengo que ver su programa o leer sus columnas. Que más o menos es lo mismo que hacen mis amigos, valiéndose de este blog. Creo que no lo desterraré, como a Kato, y se quedará conmigo por algún tiempo más, junto a Mephistófeles, al que por más veces que le he pedido que se largue, está siempre allí para iluminarme el camino más divertido de la vida.

2 comentarios:

eldast dijo...

justo ayer vi a bayli estaba hablando sobre el asunto q ha tenido con chavez y para q bacan...

al mismo tiempo q lo escuchaba pensaba si tu no eras bayli...pero luego...pero luego...luego lei esto...

el_ficho dijo...

A veces yo también lo creo, pero Mephistófeles está siempre allí para corregirme, amigo lector.