viernes, septiembre 19, 2008

Sticky Fingers


Tengo una cuenta en Rapidshare para compartir archivos. Pero sobretodo para bajar cosas de internet sin tener que dejar el PC encendido toda la noche. Ahorro luz y salvo el planeta, que no es poco. Y con mi conexión dizque de 20 megas, las descargas directas van a velocidad de vértigo y tengo una película en 10 minutos. Rafa se interesó en el tema, pero tras un intento fallido de compartir mi contraseña de acceso rediseñó su estrategia y una tarde me pidió que le bajara películas y luego él me las pagaba.

- No, no – lo frené – eso es delito. Hazme una lista y te bajo cosas. Te todas formas no lo uso mucho, un par de discos de vez en cuando o capítulos sueltos de House.

Al día siguiente encontré en mi mesa un pendrive rojo sangre. En un primer momento creí que alguien lo había olvidado y lo dejé allí, solito, a la espera de que su dueño volviera tras sus pasos y lo recuperara. Apareció Rafa y me dijo, llévatelo, ahí dentro están los nombres de las cosas que quiero, para cuando puedas. Metí el pendrive en la mochila y al llegar a casa exploré el contenido seguro de que sería una recopilación de películas para niños, ya que mi compañero tenía un hijo de 3 años. Error. Dentro había una carpeta con mi nombre, la abrí y estaba llena de enlaces a páginas de búsqueda. Al hacer doble clic sobre cualquiera de ellas se maximizaba mi explorador Firefox y la pantalla se llenaba de títulos tan sugerentes como “Girl vs. Girl” o “How to Make your Girlfriend Squirt Orgasm”.

Muerto de risa, cumplí con mi promesa y bajé un par de esas pelis, además de unos cuantos capitulos de 90210. Pero me equivoqué y descargué la nueva edición, en la que sale Shannen Doherty vieja y con los brazos gordos, y entré en shock. Las protagonistas de mis sueños adolescentes se habían esfumado, Brenda y Kelly eran ahora señoras amas de casa, público objetivo de Talk Shows y fiestas de pueblo.

Al día siguiente dejé el pendrive, lleno, en la mesa de Rafa. ¿Qué tal la pesca? preguntó, y le dije que bien, que los peces eran de una especie inesperada pero que cada uno tiene sus gustos. Me sonrió y guardó presuroso su tesoro en el bolsillo del pantalón. Minutos después dejó sobre mi mesa una coca cola light y, más tarde, al volver de comer, mi monedero tenía una monedita de un euro más. No es que suela contar cada mañana mis monedas, pero sé que sólo tengo céntimos para la máquina de café, así que el euro resaltaba y el pago de Rafa no pasó desapercibido.

- No me pagues, colega – le digo, y le devuelvo la moneda.
- No es mía – sonríe – seguro que la tenías y se te había olvidado. Si es que tienes una cabeza…

Pasaron los días y, como bien dijo Rafa, me olvidé por completo del asunto hasta que una mañana, a primera hora, volví a encontrar el pendrive rojo sangre sobre mi teclado. No dije nada y me lo llevé a casa otra vez, en donde vi que el contenido era más o menos el mismo, pero que esta vez los temas habían variado y ahora, además de incluír material de una tal Ammy Winters & Friends, había uno que enganchaba desde el título: G-Spot Maximum Enjoy, Tutorial. Imaginé a Rafa entonces viendo los vídeos con su mujer, mientras el niño dormía, en su casa de la sierra de Madrid. Los imaginé en pareja porque sería muy triste (y terroríficamente premonitorio) imaginar a mi pobre compañero encerrado en una habitación de su casa, sabiéndose rechazado por su pareja, derrotado por la rutina, y desterrado a obtener placeres solitarios de forma periódica en vista de que los que se daban en pareja son cada vez más esporádicos. Descargar. La barra de progreso me decía que en 24:15 minutos tendría completos los 30 archivos, me olvidé y seguí con la lectura de Monster, un manga que acababa de descubrir y me tenía absolutamente enganchado.

Entregué la mercancía y le rogué al cliente que no me pagara. Me dijo que no me preocupase, y no sé por qué, no le creí. Llegó el fin de semana y cuando hacía una limpieza en mi disco duro encontré los archivos .rar que formaban parte del botín de guerra. La curiosidad pudo más y abrí el Tutorial en el que un tipo de horrible camisa realizaba un examen ginecológico profundo a una modelo que parecía disfutar, mucho, la auscultación. Salí corriendo hacia mi habitación y cogí papel y lápiz, maximicé el MediaPlayer y tomé nota, como si estuviera en una clase magistral. Aprendí mucho, más que en el propedéutico de la UNAC (aunque eso no es ningún mérito), y pulí algunos puntos en los que, según el gran profesor de la camisa estrafalaria, tenía debilidades. Velocidad, profundidad, inclinación, y soy testigo de que funciona al cien por cien pues al seguir los consejos obtuve como respuesta una explosión de luz y de color.
El lunes siguiente volví a ver el pendrive en mi mesa y le pregunté a Rafa si no le molestaba que le incluyera algunos discos, tú sabes, para variar. Dijo que no, gracias, que sólo lo que pedía. No lo culpo, sus videos orientativos deberían formar parte de las charlas prematrimoniales, y no me extraña que no tenga tiempo, siquiera, para escuchar el nuevo disco de Brian Wilson.

No hay comentarios: